La caída de un ídolo | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Julio de 2017

Luis Ignácio Lula Da Silva tuvo  desde una menesterosa niñez. Agobiado por la miseria y sin futuro se hace limpiabotas y busca rudos trabajos de ocasión, hasta desempeñarse de manera temporal como obrero de la construcción. Soñador, ambicioso y audaz, en 1966 al ingresar a las Industrias Villares se inicia en el sindicalismo. La rica experiencia sobre el drama popular y dirigente sindical lo inicia en la política llevándolo a fundar  el Partido de los Trabajadores en 1980, con el cual conquista el poder. Su vertiginoso ascenso parece más el guion de una película que la historia de un personaje real, que gobernó con reconocido éxito el Brasil entre 2003 y 2010.

 El curtido político arropado con la bandera del populismo, su formidable demagogia, el  nacionalismo, las reivindicaciones regionales y la capacidad de convocatoria, intenta por tres veces y sin éxito obtener la presidencia por la vía electoral.  Hasta que aparece en el camino al poder el comandante Hugo Chávez, quién con las alforjas repletas de dólares del petróleo venezolano y como agente del comandante Fidel Castro, le facilita los fondos para ganar en el cuarto intento las elecciones presidenciales en el 2003. El mismo Lula reconoce públicamente que sin el apoyo del populista y mecenas venezolano no habría ganado.  

Lula se favorece de la herencia positiva de su antecesor en la presidencia, Fernando Henrique  Cardoso, un radical que  con el tiempo y el exilio vira a la centro derecha. Cardoso, como ministro de Hacienda del Presidente Itamar Franco, impulsa el denominado Plan Real  para combatir la inflación y crear una nueva moneda,   orienta  una serie de reformas económicas que  destraban el crecimiento y el desarrollo. Se apoya en el Centro Brasileño de Planificación y Análisis, desde donde convoca a los elementos más valiosos y que están por un sano nacionalismo a fomentar la planificación del desarrollo, la autonomía agrícola y tecnológica.

Franco lo apoya en su ambición presidencial que configura el vuelco de Brasil como potencia emergente.

El gran beneficiado de la política económica de Cardoso es Lula, quien, tras ser derrotado por tres veces como candidato presidencial, en el cuarto intento y el apoyo de las alforjas repletas de dólares de Chávez, llega a la Presidencia, donde sigue la ruta trazada por su antecesor y entrega el manejo económico a los conservadores, que fomentan la nueva prosperidad que favorece en particular a 30 millones de habitantes que salen de la pobreza absoluta. Lula, en lo político e internacional, se mueve como campeón del populismo y promotor del socialismo del siglo XXI, junto con Fidel Castro, Hugo Chávez y otros gobernantes de izquierda, que capitanean la penetración de ese credo en la región por la vía electoral, mientras el presidente Barack Obama se desentiende de la política latinoamericana y le deja el camino libre.

Durante el mandato de Lula se encontraron grandes reservas de crudo en Brasil, lo que permite que gracias a las refinerías y la industria petroquímica que habían montado los gobiernos militares para recuperar parte de las divisas que gastaban en importar petróleo, Petrobras en poco tiempo se convierta en la principal empresa de explotación de hidrocarburos en la región. Lula, sin las regalías del petróleo no habría podido fomentar su política social a favor de los más necesitados.  El petróleo irriga la económica y le da un liderazgo internacional al promotor del socialismo del siglo XXI, al tiempo que la multimillonaria bonanza y el abuso del poder lo empujan al abismo de a corrupción en gran escala. 

Mientras Europa y otros países sufren por la carencia de petróleo y sus altos precios, que superan los 100 dólares por barril, Brasil vive una expansión de las empresas ligadas al sector petrolero y los contratos estatales de obras públicas. Se conforma una entente oscura entre el gobernante, Petrobras y los contratistas, junto con el Partido de los Trabajadores y la burocracia oficial, quienes, según los investigadores de Lava Jato, saquean la empresa y ferian la contratación.

Lula, como ex mandatario y jefe del Partido de los Trabajadores, facilita el ascenso al poder de su colaboradora Dilma Rousseff, con la que siguen los negocios turbios en Petrobras. La caída de los precios de crudo, precipita la crisis económica mundial que afecta sobremanera al Brasil. Los escándalos en cadena sacuden la política, varios de sus ministros y colaboradores son investigados por corrupción y algunos reducidos a prisión. La presidente es defenestrada.

El juez Sergio Moro, por los sobornos y negociados con Odebrecht, acaba de condenar  a Lula a 9 años y 6 meses de prisión. Lula se resiste y sus seguidores protestan en las calles, no se rinden y claman por su libertad.