Por fin se puso al descubierto la refriega que existe dentro del gobierno, entre los uribistas “pura sangre” y los que acompañan a Duque, con lealtad, porque según dicen: siendo desleal, el hipócrita también es ingrato.
Indigno el diálogo secreto entre el embajador Pacho Santos y la nueva Canciller. El honor es un ave extraña para engañar al Jefe de Estado.
Dentro del partido de gobierno hay muchos que son más papistas que el Papa. Se ven muy por encima de quien fue elegido. No respetan su autoridad. Se alinean sin pudor al lado del “eterno”. Solo ante él se inclinan y por él vociferan. Desde el mismo día de la posesión, un “bachiller” pasó por encima de quien estaba jurando defender la Constitución. Fueron muchas las sonrisas y abundaron los aplausos de la galería, que consideraba que otro que se encontraba entre los invitados, era el hombre fuerte: el patrón.
En el espíritu de Duque parecía existir el deseo de cumplir con los principios y promesas de su campaña, empezando por fortalecer la paz, crear empleo, fortalecer la economía, beneficiar a las clases populares y demás ofertas.
Los colombianos consideraban que había llegado una juventud al poder, con propósitos que se fijan las mocedades cuando llegan a la cosa pública. Y seguramente esa era su intención. No contaba con la presencia de falsos consejeros y exprimidores de poder. Esos que le trabajaron la voluntad, para desviarlo hacia el restablecimiento de la hegemonía en el gobierno. Fue cuando Duque empezó a separarse del propósito que traía de ser el Presidente de todos los colombianos.
Bachilleres, primos, cabales, palomas, sanpachos y eternos formaron filas para apoderarse de pérfidas costumbres políticas, fortaleciendo una polarización que creyeron estruendosamente rentable para sus ambiciones.
Duque alcanzó a liberarse de las amarras e invitó a todos los partidos políticos a acompañarlo. El país vibró de emoción, pero la frialdad se apoderó rápidamente de la idea, cuando se descubrió que en la trastienda de los “purasangre” existen otros intereses rabiosamente destructores.
El primer objetivo es la paz, a la que le “colgaron” los más funestos lemas y consignas. “Paz sin impunidad” fue el slogan preferido, que adicionalmente estaba acompañado de cuanto calificativo existe para denominar basiliscos, sierpes o arpías. El Presidente la denomina paz con legalidad. Como si esta paz fuera ilegal, tramposa o fullera.
Para aspirar a ser águila, hay que mirar lejos y volar alto. Duque debe fijarse ese objetivo. Desenmascarar a los “purasangre”, incluyendo a Uribe, que ejerce como excitador, y abrir su gobierno a los leales que quedan en su partido y en otras fuerzas políticas, si quiere gobernar sin las zancadillas de sus falsos amigos.
Mirar lejos y volar alto para salvarse de la caldera del diablo en que quieren convertir su mandato.
BLANCO: Por fin algo gratis de parte de los bancos. Pero solo 3 servicios.
NEGRO: Qué habrá detrás de las nuevas declaraciones de García Morales. ¿Quién las aval-a?