Es la expresión que escuchamos con mucha frecuencia, generada por el temor que el ciudadano de bien siente ante la sensación de inseguridad que se viene tomando las principales ciudades del país; porque no es solo Bogotá, son a más de capitales, algunos municipios prósperos y generadores de empresa, que están sufriendo la presencia de delincuentes y violencia en sus entornos.
Tenemos múltiples y variados testimonios de quienes, en núcleos sociales o familiares, relatan bajo qué circunstancia de tiempo modo y lugar, ciudadanos de bien y desprevenidos han sido víctimas de malhechores, la violencia y altanería que debieron sufrir, terminando la mayoría de casos en agresión física de consideraciones.
Para estos delincuentes, cualquier elemento de gran o poco valor, es suficiente motivo para asaltar. Es por ello que encontramos habitantes perdiendo un teléfono celular sin importar su costo, el reloj de bajo precio, una bicicleta...En fin, todo vale para estos antisociales que se inclinan por el rebusque, tarea fácil en el mundo criminal y lo más importante, de cómoda salida por la cantidad de reducidores que hacen parte de este andamiaje delictivo.
Claro está que ese flagelo de baja monta ha dado pie para que organizaciones delincuenciales de mayor calado entren en las operaciones, dimensionado la actividad delictiva y abarcando campos de mayor cuantía, como los automotores, mercancías y electrodomésticos, declinando luego en la comercialización de estupefacientes. Es el camino que lleva a la descomposición de sectores residenciales, donde la vida se va complicando hasta el punto de tener que hallarse al enfrentamiento, entre organizaciones delictivas que buscan invadir el sector, caído en manos de la delincuencia e ideal para sus fines.
Es esta la génesis del progresivo deterioro ciudadano, que urge enfrentar en cumplimiento de la ley por parte de las autoridades, tanto administrativas como operativas. Es el reto de los futuros burgomaestres, que deben cerrar el paso a estas amenazas conducentes a descomposición local, progresiva y gradual; la pregunta ¿Qué hacer?
Futuros alcaldes, permítanme unas consideraciones. La comunidad debe ser aliada permanente en el tema seguridad y urge organizarla, capacitándola, brindándole información y comunicación constante, con las autoridades policiales para dar así una respuesta pronta y efectiva a sus clamores. Hay que generar confianza en la fuerza pública, impulsar, facilitar y agilizar las diligencias como la denuncia, con ágil información de resultados forjara credibilidad.
A lo anterior es perentorio mostrar una justicia pronta y efectiva. Para ello se debe contar con cárceles serias, organizadas, resocializadoras y seguras. Eso es incuestionable.
Por último, es recomendable sumar la tecnología. Las ágiles comunicaciones y cámaras inteligentes están dando excelentes resultados. Sería recomendable incrementarlas, tanto de parte oficial como comunitaria y particular. Un buen cubrimiento con ciudadanos comprometidos en su mantenimiento y cuidado, lograrán la integración en red para hacer seguimientos y reconocimientos en tiempo real.