“Papa llama a actualización de normas conciliares”
La semana anterior, el papa Francisco expidió la Constitución Apostólica Veritatis Gaudium, que traduce, la alegría de la verdad. Era una urgencia en la Iglesia regular nuevamente los estudios de teología, filosofía y derecho canónico, para que la formación, desarrollada con planes de estudio y transdisciplinariedad en la formación, puedan llevar no sólo a los estudiantes, sino también a los profesores, a encontrar sus metas y objetivos en la Universidad, “la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana”, como Benedicto XVI lo ratificó ante los profesores reunidos en El Escorial en 2011, y es también la Universidad ese lugar para lograr lo que decía san Juan Pablo II en 1982, una síntesis entre cultura y fe, ya que en cualquier institución de educación superior, se debe saber que la Fe se puede hacer cultura y que Dios es la Verdad, Deus scientiarum Dominus.
En general, la universidad es la gran institución de la cultura y, como entidad, algo ordenado por su propia naturaleza a la transmisión del saber y a la formación de su gente en el terreno profesional y científico. Ya en la Declaración Gravissimun Educationis Momentum, sobre la educación cristiana de la juventud, firmada por Su Santidad Pablo VI el 28 de octubre de 1965, que se refería a las facultades de ciencias sagradas, de las que hoy, la Iglesia espera mucha laboriosidad, pues se encargan de formar alumnos para el ministerio sacerdotal, desarrollar investigaciones sobre los diversos campos de las disciplinas sagradas, descubrir el patrimonio de la sabiduría cristiana, responder a los problemas que se desprenden del progreso de las ciencias y, procurar el diálogo con los “hermanos separados y con los no cristianos”, para garantizar la penetración de la sabiduría cristiana en toda la cultura.
Ahora, Francisco hace urgente y necesaria una oportuna revisión y actualización de las normas conciliares, teniendo en cuenta, al mismo tiempo, el desarrollo de los estudios académicos de estos últimos decenios, y también el nuevo contexto socio-cultural a escala global de la educación y de una Iglesia en salida misionera, siendo indispensable la creación de nuevos y cualificados centros de investigación en los que estudiosos procedentes de diversas convicciones religiosas y de diferentes competencias científicas puedan interactuar con responsable libertad y transparencia recíproca, para que así se pueda promover el estudio de los problemas de alcance histórico que repercuten en la humanidad de hoy, y se propongan pistas de resolución apropiadas y objetivas, ya que hoy más que artículos y patentes, se mide a las grandes universidades por la solución de problemas.
Me llamó la atención la definición de profesor, el cual, independientemente de su categoría o escalafón, debe ser una persona que ha de distinguirse siempre por su honestidad de vida, su integridad doctrinal y su diligencia en el cumplimiento del deber, de manera que pueda contribuir eficazmente a conseguir los fines de una institución académica.
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