A propósito del Mundial de Fútbol, no podemos pasar esta temporada deportiva sin hacer mención de un nuevo documento “Dar lo mejor de uno mismo”, publicado el 1 de junio, sobre la perspectiva cristiana del deporte y la persona humana, del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, el Santo Padre ha enviado al Prefecto del mismo, Cardenal Kevin Farrell, una carta, en la cual señala al deporte como un lugar de encuentro, en contra a la cultura dominada por el individualismo.
El premio del documento es una reflexión del Santo Padre donde nos señala: “Poneros en juego tanto en la vida como en el deporte. Poneros en juego en busca del bien, en la Iglesia y en la sociedad, sin miedo, con valentía y entusiasmo. Poneros en juego con los demás y con Dios; no contentarse con un “empate” mediocre, dar lo mejor de sí mismos, gastando la vida por lo que de verdad vale y dura para siempre. No contentarse con estas vidas tibias, vidas “mediocremente empatadas”: no, no. Ir adelante, buscando siempre la victoria”.
El 12 de junio de 2014, el papa Francisco emitió un tuit en su cuenta: “Les deseo a todos que puedan disfrutar de un maravilloso Mundial de Fútbol, con un espíritu de verdadera fraternidad”. Ese es el papa, alguien que quiere ver al deporte como un lugar de encuentro y a su vez de santificación, como se lo refirió en 2016 a los participantes del Primer Encuentro Mundial de Deporte y Fe, a quienes además señaló que deberían “mantener la autenticidad del deporte, protegerlo de la manipulación y de la explotación comercial”. “Sería triste para el deporte y la humanidad, si la gente no lograra confiar más en la verdad de los resultados deportivos, o si el cinismo y el desencanto tomaran ventaja sobre la participación alegre y desinteresada”.
Esa es la visión de un Papa que pone metas, no sólo para la vida, sino en el deporte; sin embargo, de todas las frases, tal vez la más significativa es: Les pido que recen por mí, para que también yo, en el “campo” en el que Dios me puso, pueda jugar un partido honrado y valiente para el bien de todos nosotros.
La Iglesia reitera la responsabilidad de cada persona en el mundo del deporte e invoca la conciencia de cada uno para comprometerse en el desarrollo de un deporte lo más justo y humano posible. Por esa razón, debemos promover la instauración de una pastoral deportiva, basada en el esfuerzo físico, el deseo de paz y la fraternidad, como lo señala “Dar lo mejor de uno mismo”, que en sus cinco capítulos también nos pide contextualizar el deporte en la sociedad actual, teniendo en cuenta el debate cuerpo-alma-espíritu; ver los desafíos del deporte para promover los valores auténticos y su humanización.
El documento le pone cuidado a la corrupción en el deporte, la cual no se refiere solo a los eventos deportivos, ya que puede extenderse a las políticas deportivas. Las decisiones relativas a los deportes son tomadas por agentes externos que a menudo tienen intereses financieros o políticos. Igualmente reprensible es cualquier tipo de soborno en relación con las apuestas deportivas. Con el apoyo de los aficionados y espectadores y con juego limpio (Fair play), se puede combatir la degradación del cuerpo, el dopaje físico y mecánico en este moderno “Patio de los Gentiles”.
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