Los estragos sociales de la debacle política y económica de Venezuela no se hicieron esperar y, como siempre, quienes llevan la peor parte son las poblaciones más vulnerables. Aunque según cifras oficiales el desempleo en 2017 bajó al 6%, frente al 7.5% del año anterior, estas cifras contrastan con las del FMI, según las cuales el desempleo en Venezuela pasó del 18.1% en 2016 a 21.4%, según sus proyecciones. El envilecimiento de las finanzas del Estado corre parejo con la pauperización del grueso de su población, siendo la clase media la que ha llevado la peor parte, debido a la precarización de su ingreso y a la pérdida del poder adquisitivo de este.
Ello explica el incontenible éxodo de familias enteras desde Venezuela hacia Colombia, el cual tuvo su primera manifestación en agosto de 2015 cuando el Presidente Maduro resolvió por sí y ante sí, unilateralmente, cerrar la frontera con Colombia pretextando conjurar un supuesto complot urdido contra él desde Colombia. En esa ocasión más de 2.000 colombianos residentes en Venezuela fueron expulsados o forzados a abandonar el país que los había acogido en momentos en los que Colombia registraba el mayor número de desplazados, por cuenta de la violencia que azolaba al país.
Pero a medida que la crisis económica y social se profundiza en Venezuela el número de personas que la abandonan es mayor. En este sentido los últimos dos años fueron particularmente críticos, a tal punto que el flujo migratorio de venezolanos hacia Colombia, según Migración Colombia, supera los 550.000, lo cual representa un incremento del 110% entre los años 2016 y 2017. Eso es una barbaridad. Y esa cifra está lejos de la real realidad, pues corresponde sólo aquellos que han sido objeto de registro y el número de los que han ingresado ilegalmente puede ser el doble.
Los 7 departamentos de Colombia que comparten frontera con Venezuela se están viendo a gatas para atender esta calamidad pública, pues no están preparados para asumir semejante responsabilidad. Y el Gobierno Nacional está llegando tarde a atenderla, en momentos en que esta marea humana se ha salido de control, previéndose que lejos de amainar la situación tiende a agravarse a medida que agudiza la crisis en Venezuela. El Gobierno Nacional tiene que entender que la problemática en las fronteras no es un asunto fronterizo del cual se puede desentender.
Vemos, entonces, con preocupación que el Plan de contingencia que se esperaba desde la frontera, tan distante de Bogotá que es en donde se toman las decisiones, de la Cumbre de Cúcuta, para enfrentar la enormidad de esta crisis terminó reducido a un Plan de contención del flujo migratorio y nada más. Estas medidas podrán ser necesarias, pero son claramente insuficientes para enfrentar esta problemática tanto en su magnitud como en su complejidad, ahora que la crisis ha tocado fondo. Se quedaron cortas. Y mientras tanto la situación empeora inexorablemente.
*Miembro de número de la ACCE
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