La culpa no es de uno | El Nuevo Siglo
Viernes, 9 de Junio de 2017

Si se estrella un avión piloteado por un capitán ebrio, sería irracional sugerir que los culpables del siniestro fueron -o pudieron haber sido- los pasajeros.

Sería tan atroz e iindigno, como cuando dicen que la culpa de un abuso sexual no es del violador sino de la mujer, por usar minifalda, coger bus o  estudiar en la nocturna. Es evidente que nos cuesta mucho llamar  las cosas por su nombre, y  asumir los errores y los abismos que nos separan de ser una sociedad lógica y mentalmente sana.

Nos enfureció cuando, en el 2013, Gustavo Petro dijo que si los ciudadanos queríamos evitar que nos robaran los celulares, lo mejor era  no usarlos en la calle. De Petro podía esperarse casi cualquier barrabasada y, como tantas otras veces, se le desbordó el descaro.

Imagine usted, señor General en retiro Luis E. Gilibert, el desconcierto  que sentí con su publicación del miércoles en este diario, sobre la muerte del doctor Fabián Herrera.

Al leerla sentí indignación como mamá, como médico, como ex alumna rosarista  y como persona violentada y conmovida por la muerte de “Facha” -como cariñosamente  llamaban a Fabián-.

Señor Gilibert: en esa columna a usted se le fueron las luces, las neuronas y el corazón. Quizá me esté metiendo en problemas al escribir esto, pero no será la primera vez que prefiera un riesgo, a la prudente y penosa vergüenza de quedarme callada.

Señor General, Policía cum laude o como deba llamarlo (de veras ni quiero ni  debo ser irrespetuosa): Si a uno lo desaparecen y lo asesinan, la culpa no es de uno; ni de los amigos, ni de los bares, ni de los porteros. La culpa no es de uno por tener 28 años o 60, y pretender que la vida también puede vivirse más allá de las cuatro paredes de una habitación o de un hospital. La culpa de los niños muertos por balas perdidas, no es de los niños por ir a la tienda a comprar dulces, ni de los tenderos, por vender caramelos.

La culpa es de un desorden social crónico, acumulado y mal manejado; la culpa es de la impunidad reciclada; de la perversa cobardía, como plato principal; de la corrupción servida con guantes blancos  o de asbesto; de la ineptitud disfrazada de pretexto. La culpa se amalgama con la manía de pretender justificar lo injustificable, y juntas esgrimen las falanges torcidas de su dedo acusador.

Usted ha sido una figura importante; lo han elogiado y cuestionado, y ése no es mi tema de hoy; pero sí me compete -desde el dolor que me produce el crimen de un ser humano excepcionalmente solidario, bondadoso y preocupado por componer en algo este mundo roto- destinar las 500 palabras de hoy, a protestar contra una columna injusta, que lastima, incluso más allá de la muerte.

Mario Bendetti decía que “la culpa es de uno cuando no enamora, y no de los pretextos ni del tiempo”. De acuerdo… Pero la culpa no es de uno, cuando lo matan.

 

ariasgloria@hotmail.com