Nunca antes Colombia había estado en semejante emboscada y nunca antes, la totalidad de su población veía con asombro un derrotero tan oscuro, tan incierto.
Quienes adoran al gobierno abrigan la esperanza de salir de la confusión actual para conservar lo hasta ahora conseguido en comodidades, seguridad, riqueza y tranquilidad. El futuro que observan les parece efímero y tambaleante, porque les han inculcado la idea, de que cualquier cosa que venga por fuera de sus ideas, serán el “mamertismo” y la funesta extrema izquierda que se apoderarán de todo. Otros, bien conocidos, repasan mentalmente una película que exhibe las mieles de la corrupción y las prebendas de lo que han conseguido fácilmente.
Los restantes se sienten en una emboscada que día a día les atrapa la mínima tranquilidad que aún tienen, la seguridad y la manera de vivir sin los acosos de la incertidumbre, la pobreza y el desempleo.
Ambos esperan que la bruma se despeje y les permita ver el panorama de un país con una dirigencia que se ocupe de los 50 millones de confusos que reclaman sensatez, felicidad, confraternidad y la anunciada equidad, de la que habla por estos días el presidente Duque. Una patria en paz, sin odio, con rectitud, igualdad y justicia.
El Jefe del Estado se aprendió otro libreto, que hoy recita con fluidez a los periodistas que lo entrevistan.
Ni él, ni sus correligionarios quieren la paz, porque la desconocen, ignoran, ilegitiman u olvidan. Son incapaces de ejecutar acuerdos de esta magnitud. Siguen dolidos por el Nobel de Paz que se le otorgó a Juan Manuel Santos, y no al dirigente de su grupo.
El libreto de Duque solo le sirve para mostrar otra Colombia, bien diferente a la de hoy. La que exporta sicarios y elige amigos en los órganos de control; la que no impide asesinatos y masacres de líderes sociales; esa que no ha restituido las tierras que con el paramilitarismo fueron arrebatadas a los campesinos, la que no deja actuar la ley y permite cambiar de estatus o renunciar a curules a los culpables para evadirla, la que mira con “vista gorda” la violación de los Derechos Humanos, la que tardó en vacunarnos contra el covid, la que no hace nada para impedir los desplazamientos internos de nuestra gente, pero se complace con el auge de refugiados de países vecinos y de otros continentes, la que tolera la desforestación de nuestra selva por parte de ganaderos, mineros y narcos, la que “enmermela” congresistas para que, con jugaditas y trampas, aprueben lo que ordena El Ubérrimo.
En fin: es un libreto sobre otro país, otro gobierno, otra sociedad. El 22 nos puede servir para cambiar de argumento, guión y trama. Hay buenos, rectos y capacitados directores haciendo “cola”. ¡Salgamos de la encrucijada!
BLANCO: La defensa de los conquistadores que adelantan Kiko Becerra y Amylkar Acosta.
NEGRO: Lo que nos faltaba, una tercera dosis de las vacunas, para escapar al covid-19.