Esta deberá ser la bandera del próximo Presidente de Colombia. El país está infestado de corrupción que se manifiesta en todas las instancias de la sociedad. Hay corrupción en los pequeños actos, cuando no se pagan impuestos, cuando en el trabajo oculto información o le quito el mérito a un compañero. En las ciudades cuando alguien se vuela un semáforo o hace doble o triple fila obstaculizando el paso de los demás ciudadanos.
He reflexionado mucho sobre este mal y creo que al no existir consecuencias ni políticas, sociales, ni judiciales, la gente anda por la sociedad con la laxitud que abre ese vacío de la no existencia de penas.
El que viola un niño o niña en este país no lo agarran y si lo llevan a la cárcel hay una alta posibilidad de que recupere su libertad. Si lo enjuician más de seis o siete años serán más que suficientes. Si alguien se roba la comida de los niños o les da gorgojos y alimentos podridos, termina pagando su pena en la comodidad de la casa que construyó con esos recursos.
Cuando un político se roba la plata del Estado no devuelve el dinero y la pena puede ser pagada en su hogar o pocos años en una cárcel.
Las investigaciones son demoradas y la capacidad de los entes de control de actuar con la inmediatez que la ciudadanía espera es muy poca en virtud de la cantidad desbordada de delitos que cometen los colombianos a diario.
El futuro Presidente debe ser el primero en dar ejemplo en no usar el presupuesto del país para que sus familiares, por ejemplo, consigan contratos con el Estado. Un Presidente decente no llevará a su parentela a que viva del erario público. El próximo mandatario no se debe reunir con contratistas, ni hacer negocios para su beneficio particular. Si el Presidente da ese ejemplo y tiene la templanza en su corazón y el cerebro para neutralizar las tentaciones que el cargo en sí mismo conlleva, podrá determinar quiénes son las mejores personas para que lo rodeen y ponerle esa misma condición: Sin parentelas!
Un buen Presidente para Colombia es uno que luche en contra de la corrupción, sin miedo y de frente. Eso implicará no solo luchar en contra de una enfermedad que se niega a ser erradicada desde muchas instancias del poder, sino sobre todo desafiar el “orden” mediante el cual ha funcionado el país político. Decirle a los senadores y representantes a la Cámara que NO SE ROBA por medio de contratos ni en las regiones ni a nivel nacional, es la consigna que espera cualquier colombiano en todos rincones del país. Pero para combatir la corrupción es necesario que el Presidente en sí mismo sea ético y correcto. A los gobernantes les gusta mostrar resultados en los primeros meses del mandato. Esos mangos bajitos se pueden traducir fácilmente en cerrar el paso a los peces gordos que durante años han desangrado al país sin vergüenza ni consideración ninguna. Un corrupto es un ser ante todo improductivo. No sabe crear riqueza y tiene que “apalancarse” en el sistema corrupto para robar y sostener su estilo de vida, que terminamos pagando los colombianos con nuestros impuestos. Su candidato, por el que votó, ¿es así?