No son pocos los cambios que la pandemia ha generado dentro de la Iglesia. El más visible ha sido el aprendizaje acelerado para seguir cumpliendo la misión evangelizadora también a través del mundo digital. Por este medio se ha logrado llegar con el mensaje de Dios a muchísimas personas que estaban alejadas o que simplemente no participaban de la vida eclesial. Ha sido muy interesante. Pero a la Iglesia y sus obras, la pandemia también las ha privado de buena parte los recursos necesarios para seguir cumpliendo la misión. Esto ha llevado a otro aprendizaje y es el de entrar en nuevos modos de conseguir el dinero que se requiere para que el servicio de la Iglesia a las personas siga igual de intenso que siempre y aún más, dadas las grandes dificultades por las que están pasando muchas personas en estos tiempos revueltos.
La arquidiócesis de Bogotá comprende el territorio de la ciudad que está situado entre los cerros orientales y más o menos la avenida 68. También abarca los municipios al oriente de la ciudad, desde La Calera hasta Guayabetal. La arquidiócesis calcula que sus servicios de todo orden benefician a una población no menor a los tres millones de personas. Esta presencia se da a través de sus 300 parroquias, 21 colegios parroquiales, una fundación universitaria, más de 20 fundaciones de diverso carácter, unos 400 sacerdotes, el Banco de Alimentos, etc. En buena medida, hasta ahora, gran parte de la financiación de todo este andamiaje de servicio provenía de las ofrendas de los fieles en las misas. Pero esto ha caído verticalmente y, sin embargo, la misión debe continuar.
Así las cosas, la Arquidiócesis de Bogotá, ha creado la oficina de Acción y Participación de los Fieles, APF. Su objetivo es vincular al mayor número de fieles para que, de forma permanente, se conviertan en contribuyentes al sostenimiento de su Iglesia y sus obras. La idea es sencilla y potente. Se les propone a los fieles que se inscriban en una plataforma para que, de manera regular, hagan un aporte fijo para financiar la misión de su propia Iglesia. Y no se trata de dar millones. Más bien se trata de que miles de personas hagan un aporte relativamente pequeño, pero de manera constante y así la tarea pueda seguir adelante, especialmente la que se realiza con el creciente número de personas caídas en pobreza, cuando no en miseria. A manera de ejemplo, si miles de personas aportaran mensualmente $ 50.000, la suma de todos permitiría una acción cada vez más amplia de la labor pastoral y caritativa de nuestra Iglesia.
Dios quiera que los católicos sintamos cada vez más como propia a la Iglesia y sus obras y con compromiso y de buena gana ayudemos a que pueda tener los recursos necesarios para seguir siendo una luz de esperanza en la ciudad y el campo. Vale la pena hacerlo y eso sin olvidar cómo multiplica Dios sus bendiciones a quien da con generosidad. Mano al drill, pero con alegría. (Acción y Participación de los Fieles, APF. www.accionyparticipación.org)