Por Amylkar D. Acosta M*
A la declaratoria de las Naciones Unidas del Día mundial forestal el 21 de marzo y del Día mundial del agua el 22 del mismo mes, se vino a sumar La hora del Planeta, iniciativa esta liderada por la organización ambientalista Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), nacida en Suiza y una de las más importantes organizaciones no gubernamentales de conservación ambiental, con presencia en más de 100 países.
Pues bien, la jornada periódica de La hora del Planeta surgió en 2007 y desde entonces ha venido in crescendo. Se trata de un gesto sencillo, pero de gran simbolismo, consistente en apagar las luces de las casas, las oficinas, los edificios, monumentos y sobre todo de sitios tan emblemáticos como la Ópera de Sidney, la Torre de Eiffel en París, el Coliseo de Roma y la Torre Colpatria en Bogotá por una hora, entre las 20:30 y las 21:30 el último sábado del mes de marzo, esta vez el 26 de marzo.
Esta iniciativa es considerada como la de mayor convocatoria e impacto en la opinión ciudadana en todo el mundo contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, en procura de despertar la conciencia sobre la inminencia de una catástrofe global sino paramos esta alocada carrera destructiva de la que llama el Papa Francisco nuestra “casa común”. De lo que se trata es de sensibilizar y concientizar a la opinión pública sobre el reto que encaramos, el que no se podrá eludir.
En La hora del Planeta de este año se está enfatizando en la importancia de visibilizar el Convenio sobre Diversidad biológica que propende y promueve un ambicioso plan de acción global tendiente a detener y a revertir la pérdida de naturaleza y biodiversidad, que están en alto riesgo, hacia el año 2030. Año este en el que, según el Acuerdo de París (2015), las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) deberán disminuir en un 45% con respecto a los niveles de 2010 y de esta manera intentar alcanzar el “cero neto”, la neutralidad de carbono, alrededor de 2050. Mantener a raya el aumento de la temperatura por debajo del umbral de los 1.5 grados centígrados con respecto a la temperatura media de la era preindustrial se logrará si y sólo si se alcanza esta meta volante.
Este año La hora del Planeta se da en medio de la invasión y la guerra asimétrica que le impuso Putin a Ucrania, la peor conflagración y la más destructiva y amenazante desde la guerra fría y la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en diciembre de 1991. Un mes después de la invasión sus consecuencias a nivel global son catastróficas y a la tragedia humanitaria, cifrada en vidas humanas que se pierden y se desplazan, se le está haciendo un enorme daño al Planeta, pues como lo afirmó el director general del WWF Internacional Marco Lambertini, “sabemos que para construir un futuro en armonía con la naturaleza necesitamos paz entre las personas” y, añadiría yo, entre los países.
*Miembro de Número de la ACCE
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