“La imbecilidad es cosa seria” es el título, en español, del libro de Maurizio Ferraris intitulado “L´imbecillità è una cosa seria”. La traducción al español la hizo Marco Aurelio Galmarini y se publicó por Alianza Editorial, en 2018. El texto es una reflexión interesante, culta, breve y actual de la imbecilidad y su gravedad, o sea, una explicación sobre la imbecilidad y el espantajo de su predominio en el ser humano. Las tesis sustanciales se agrupan en los siguientes subtítulos: imbecilidad de masas, imbecilidad de élites, imbecilidad como factor político y, por último, dialéctica de la imbecilidad. Pues bien, el estudio sobre la imbecilidad (forma de la barbarie) me ha fascinado.
Ferraris inicia con una excusatio non petita que es, sin más, una estrategia de humildad. Consiste, básicamente, en reconocer que él, en tanto que ser humano, cohabita con lo imbécil. Así, supongo, consigue esquivar la posibilidad de que lo ubiquen en un pedestal cognitivo antipático que le haga perder lectores. Pero Ferraris no es un imbécil. Es perspicaz y reconoce los signos de los tiempos, y sabe, precisamente por eso, que en tiempos en los que prima lo vulgar (en el sentido más cabal en que define vulgar José Ortega y Gasset) hay que excusarse por no ser un imbécil; especialmente por no ser un imbécil.
La idea fundamental del libro es la definición de la imbecilidad: “Defino la imbecilidad como ceguera, indiferencia u hostilidad a los valores cognitivos” (Ferraris, p.12). Nótese la actualidad de tal tesis. Lo actual radica en el concepto “cognitivos”. Tal señalamiento es un intertexto con las disciplinas que estudian el cerebro y, por ende, que investigan el concepto de cognición, con todo lo que significa. Nombrar los valores cognitivos, entonces, no es una gratuidad. No puede serlo. Es una apelación a la ciencia y, a la vez, un diálogo con la filosofía. Por consiguiente, despreciar los valores cognitivos es desatender la cognición y su rol en el desarrollo humano (moral e intelectual).
Otra idea principal es que la creatividad no siempre es sinónimo de bondad o, dicho de otro modo, que los seres humanos no solamente crean bien, belleza y verdad, sino, además (usualmente) monstruosidades, vale decir, programas políticos y actividades prácticas como el genocidio (me es inevitable pensar en el comunismo). De suerte que lo primero para aminorar la imbecilidad es tener la creatividad bajo control, mediante un decálogo de la creatividad que se inspira en un libro de antaño de Paul Watzlawick. Del decálogo dos ideas son regias: 1) “Id a escuelas represivas” (Ferraris, p.24). En este numeral desmitifica el malestar pedagógico (uno de tantos) según el cual la exigencia frustra la creatividad. Por el contrario, el autor considera que la represión aguza el ingenio; 2) “Inventariad, no inventéis” (Ferraris, p.23). Repasar la tradición antes que arrojarse a la creatio ex nihilo, es un acto de inteligencia que evita tropezar con la imbecilidad.
*Jurista y filósofo