En este país del Sagrado Corazón de Jesús se ve de todo. Desde ingenuos que creen que votando por Petro se van a arreglar las cosas, hasta ingenuas parlamentarias que piensan que se puede eliminar la infidelidad mediante una Ley de la República, y presentaron una iniciativa que han denominado la Ley de “Cero Cachos” pretendiendo proscribir toda “conducta nociva, penosa, inmoral, perjudicial, incorrecta, cruel, que una persona comete hacia otra, que amenaza la institución familiar”.
La intención puede ser buena, pero ello es como arar en el mar, como si pretendiéramos, por decreto, prohibir a la gente que vote por falsos profetas que, so pretexto de salvar a Colombia, pretendan empujarla al abismo.
Muy loable pensar en “reconstruir tejido social, educar en principios y valores” pero ello ya está incluido en la Ley 115 de 1994 (Ley General de Educación) cuyo art. 5, apoyado en el 67 de la Constitución Política, señala que el primer fin de la educación es atender el pleno desarrollo de la personalidad, y repasa los valores, la ética, cívica, libertad, la formación en el respeto a la vida y a los demás derechos humanos, a la paz, los principios democráticos, de convivencia, pluralismo, justicia, solidaridad y equidad; y en la formación en el respeto a la autoridad legítima y a la ley, a la cultura nacional, a la historia colombiana y a los símbolos patrios; y el art.14 (que replica el 41 de la CP) dice que “en todos los establecimientos oficiales o privados que ofrezcan educación formal es obligatorio en los niveles de la educación preescolar, básica y media, cumplir con el estudio, la comprensión y la práctica de la Constitución y la instrucción cívica” y exige para ello asignatura específica.
Pues no se cumple, esa formación en valores es timorata y, por el contrario, las primeras autoridades de la nación salen a gritar en los balcones loas a la “primera línea”, caterva de vándalos y terroristas que salieron a las calles a acabar con nuestras ciudades cuando les ordenaron: “pilas, mañana a las 10 am empieza el estallido social en Colombia”. La Cívica -enredada hoy dentro de la Ética- apunta al comportamiento social y al enaltecimiento de los valores de la Patria, pero después los “progre” dijeron que eso era propio de los regímenes autoritarios y confesionales y entonces todo el esquema se trastocó en la movilización para la transformación social, como si ello conllevara al desarrollo económico y la justicia social. Estamos graves, queridas parlamentarias. Hay que empezar por hacer cumplir la CP y esa norma y, después, sí, pensar en “agarrar el toro por los cachos”.
Post-it. Gran Gerente de la Federación de Cafeteros tuvimos en Roberto Vélez Vallejo, pereirano, quien no encontró guiño alguno para su reelección por parte del presidente Petro. Pero ahora tenemos a un nuevo y excelente ejecutivo, Germán Bahamón Jaramillo, de Neiva, con ancestros quindianos, como él, comprometidos desde tiempos lejanos con la caficultura. El delirante primer mandatario quiso sabotear, a última hora, su elección, de manera infructuosa, porque los cafeteros de base impusieron su libre voluntad. Entonces, le espera al Dr. Bahamón el gran reto de aliviar la carga, no de café, sino de tener sobre sus espaldas a un pesado mandatario, puesto en trance de autócrata. Café amargo…