Han pasado, sin comentarios de los periodistas y analistas, las palabras del expresidente Álvaro Uribe en el Congreso Ganadero de noviembre/20: “Debemos pensar en los factores de competitividad para la defensa de la Democracia antes que en nombres de candidatos, partidos y coaliciones”. Debieron surgirle ante la avalancha de aspirantes a la Presidencia de la República, como si se estuviera en un juego intrascendente.
Algún humorista decía que el problema del fútbol se reducía a 22 jugadores tras de una pelota. Y que se resolvía si se le daba a cada jugador su propio balón. Similar al deporte con más hinchas del mundo, en Colombia, cada partido, partidito, movimiento, fuerza o agrupación tiene más de un candidato presidencial. Se pueden armar dos equipos con sus respectivos suplentes. Pero solo hay un balón. Ante semejante ligereza en el comportamiento provoca hablar, a lo Kundera, de la insoportable levedad de los políticos.
Así como advertencia al Centro Democrático, he entendido las palabras de Uribe Vélez como un llamado a la consolidación de nuestro sistema de gobierno. Lo cierto es que el Estado democrático enfrenta, hoy más que nunca, inmensos desafíos. La pandemia del covid-19 ha golpeado con la desmedida fuerza de un huracán a las clases más vulnerables de la sociedad y a las empresas de todos los tamaños. No vamos a repetir los índices de desempleo, pobreza y miseria que todos los días se publican y que, a través de la historia, han dado pie para el surgimiento del caos populista. Demostrado está que el populismo es generosamente irresponsable en los ofrecimientos y avaro para las soluciones en libertad. No resuelve los problemas, los acrecienta, acallan la prensa libre e instalan, por décadas, un Estado policivo y corrupto.
La mejor defensa de la democracia es un Estado eficaz, capaz de darle respuesta pronta a las necesidades del pueblo colombiano. La dedicación del presidente Duque y su equipo de gobierno para atender las urgencias sociales no solo debe ser reconocida sino suficientemente difundida. Programas como Ingreso Solidario, devolución del IVA, créditos con garantía oficial del 90%, entre muchos otros, merecen la solidaridad general. Habría que adicionar el juicioso Plan de Vacunación y Compromiso por Colombia muy bien integrado a la Agenda Empresarial para la reactivación que dieron a conocer los gremios.
La eficacia de los gobiernos democráticos se consolida con un respaldo político cierto y mayoritario, tanto de los partidos y del empresariado como de las bases populares. Al fin y al cabo, la dirigencia nacional toda tiene la obligación moral de erradicar tanto desempleo, tanta pobreza y tanto desamparo. Son nuestros viejos problemas, ahora exacerbados por un virus que parece extenderse sin contención. La sociedad pospandemia será muy diferente y con interpelaciones difíciles al poder, que se verá obligado a un “aggiornamiento” para descifrarla y darle adecuada y pertinente respuesta.
La continuidad y sostenibilidad de los programas y políticas reclama una continuidad afín y democrática. Hay conciencia de la necesidad de reforzar y ampliar la coalición de gobierno. En ella deberán jugar papel preponderante los dos viejos partidos, el Liberal y el Conservador. Su trayectoria e identificación con el pueblo colombiano los compromete a seguir construyendo historia. Es, en ese contexto, que adquiere especial relevancia el mensaje desde el Congreso Ganadero. El expresidente Uribe sabe muy bien lo que dice. Y no improvisa.