La juventud colombiana no se dejó contaminar, ni entregar a una clase política corrupta, ni a un gobierno que nada le ofrece, ni a una sociedad que la utiliza. Mostró su rebeldía, su insatisfacción y su inconformidad, al tiempo que puso al descubierto la ¿impreparación? de una Registraduría, que deja serias dudas sobre las próximas elecciones: ojo al 22.
Y mientras la Registraduría “desorganizaba” la elección de consejos de juventud, una Cámara de Representantes desorbitadamente aprobaba un proyecto de ley inconstitucional que establece, como en las más férreas dictaduras, la censura de prensa, dizque para evitar la corrupción.
Fueron dos hechos que merecen una alerta para el presidente y para su partido. La juventud ya no le cree al más joven de nuestros presidentes, y menos a su Centro Democrático. Esa muchachada que abarrotó la Plaza de Bolívar, para respaldar la Paz e impedir la renuncia de Santos, solo recibió desaire de los enemigos de la convivencia.
Y no faltaron los violentos ataques de la policía, con armas no convencionales, a pequeñas y grandes manifestaciones, que gran parte de la sociedad rechazaba, mientras el gobierno permanecía inmóvil.
Esa la razón para que fuera ínfimo el número de votantes. Ni siquiera el llamado de abuela regañona que hizo la Procuradora, llevó los muchachos a las urnas.
No encontraron motivación alguna para perder el tiempo votando por algo que nadie entendió. El presidente, los dirigentes de los partidos y los políticos en general, no creían en el evento, pero el lunes siguiente salieron, “sacando pecho”, a cobrar su “triunfo”. Duque lo calificó como “día histórico para la democracia, y ejemplo para muchos países latinoamericanos”.
Lo más grave vino cuando el flamante Registrador Vega, ya en plena votación, expidió una resolución, cambiando las reglas a los votantes. Pésimo ejemplo para la juventud, y campanazo de alerta para quienes acudirán a un debate electoral, sin ley de garantías y “Veganormas” que puedan restar claridad.
Por eso fracasaron las elecciones que, a un costo de 1 billón de pesos, solo llevó al 9% de los habilitados.
Y para completar con los desafueros colombianos, surge la censura de prensa que irresponsablemente aprobaron 73 representantes del partido de gobierno, del conservatismo, de Cambio Radical y de la U. Nadie podrá investigar y denunciar corrupción, “abudinacias” y demás saqueos que se registran, si los cometen funcionarios, exfuncionarios o parientes de ellos. Disfrazan la cosa señalando que solo cobija a las denuncias de ONGs, periodistas independientes o freelance como si la prensa no fuera una sola. El proyecto provino de la Presidencia, la Vicepresidencia y la Procuraduría. ¿Habrá cosas para esconder por allá?
Estamos en la antesala de una democracia en vilo, a la que atacan el gobierno y el mórbido congreso, que está irónicamente pidiendo reelección. ¿Volverán los mismos con las mismas?
BLANCO: Yolanda Ruiz va para otras latitudes del periodismo. Éxitos.
NEGRO: Ya nadie juega limpio. Pobre fútbol.