Con reflexiones, como eco de la Semana Santa y del revivir de la fe “la mayor riqueza de Colombia” con la llegada de nuevos Obispos que con gran entusiasmo van a cultivarla a las más alejadas regiones, hicimos comentario anterior. Por su valor y su sentido paterno, estimo hoy enriquecedor y vivificante aludir al Mensaje de Cuaresma, enviado este año del Papa Francisco, con llamado a los fieles a Jesucristo a revivir a fondo la fe, y disfrutar de la alegría de ser guiados por él, con sincera y honda conversión. Qué importante esa voz que invita a no quedarnos en efímeros propósitos, sino que nos lleve a una permanente Pascua, o acogida del “paso del Señor”.
Llega esa paterna y vivificadora voz papal cuando asistimos, en esta época, de un lado a emulación entre pregones ideológicos con persecuciones a los creyentes, como lo ha hecho a su paso el materialismo marxista, y, de otro, un gélido secularismo que pretende apagar todo fervor religioso y sumir a la humanidad en el hielo de la indiferencia entre el bien y el mal. Se busca un rechazo de todo mensaje divino, endiosando al ser humano como dueño y señor de su destino. Urge, de allí, escuchar, con gran respeto la voz profética, de personas que, como el Papa Francisco, cumplen su misión de vigías (Is. 2 T, 11), alertando sobre apocalípticas destrucciones de la humanidad si continua en esas desbordadas actitudes.
Si esos deletéreos mensajes son escuchados, no habrá necesidad de bombas destructoras sino que grandes desastres vendrán como consecuencia de ese enloquecido pensar y actuar. No se trata de voz alarmante, ni de sembrar falsos miedos, sino de real situación que arrastra a la humanidad seducida por “voces de sirenas encantadoras”, que, al igual de los de la época de Noé se burlaban de sensatos pregones e invitaciones al respeto de los planes divinos, por lo que vino sobre ellos ruina desolación. Como contrarréplica es preciso desoírlas sin complejo de ser señalados como retardatarios, o sembradores de mentirosas alarmas.
La defensa de la fe, riqueza máxima de nuestras gentes, es empeño abierto de quienes ha puesto Dios para cuidarla, y, aún más, para acrecentarla, dando testimonio de ella ante propios y extraños, y ésto ante los gobernantes mismos de los pueblos. No pretenden, ni es oficio de los Pastores, ser los dirigentes políticos de las naciones, pero sí es su deber propiciar que se respeten los valores espirituales y los derechos que, a conciencia, tienen los ciudadanos. No se trata de pedir subordinación a normas simplemente religiosas, sino reclamo de respeto de las autoridades a las grandes riquezas espirituales y morales de nuestras gentes, como la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la familia y el vínculo matrimonial entre varón y mujer según los planes del Creador. Propiciar que gobiernen nuestros pueblos quienes respeten esos grandes valores no es inmiscuirse en política sino abrir paso a quienes respeten el justo reclamo de los fieles, como los primeros discípulos de Cristo, a que se les permita ser “obedientes a Dios antes que a los hombres”. (Hech. 4,19).
Presento estos temas, pues, en medio de tantas voces encontradas en nuestro país, pues creo que, en ambiente democrático, los más opuestos a mi pensar defiendan que haya lugar y respeto por ideales que tanto han servido a nuestras gentes, y que, al conservarlos, tanto bien están llamados a seguir procurando. Acentúo enseñanzas de nuestro credo religioso bimilenario, pues la falta de profundidad en su conocimiento desdibuja su real contenido. Nos corresponde a dirigentes aclararlas, pues su ignorancia priva de los grandes aportes, que, están llamados a dar. Refrescando a letrados e iletrados estas verdades, me siento bien para presentarme al Dios de cielos y de tierra, esperando recibir su bienvenida.
*Obispo Emérito de Garzón
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