En Colombia muchos ricos se niegan a renunciar a sus privilegios y no se han dado cuenta que no hacerlo terminará sumiendo al país en la senda que han tomado naciones como Perú y México. Un ejemplo claro de esto es lo que sucedió la semana pasada en el Concejo de Bogotá. Después de darle largas el cabildo de la ciudad se negó a discutir una propuesta que pretendía subir el impuesto predial a los clubes sociales de la capital a partir del 2022.
Si, los clubes que son la mayor expresión de privilegio y exclusión en el país pagan una tarifa más baja que la de una panadería o peluquería en los sectores más populares de la ciudad. Esos sitios en donde para ser aceptado le miran los apellidos, cuentas bancarias y lo ponen en una cartelera con su foto para que los socios se pronuncien sobre si usted debiera entrar o no, esos increíblemente tienen la misma tarifa de impuesto predial que un hospital, un colegio o una universidad.
Después de tres meses de protesta social en donde una de las principales reclamaciones de jóvenes y manifestantes era la enorme desigualdad que aqueja a Colombia, el concejal Diego Laserna, encontró que estos predios que disfrutan los bogotanos que tienen el dinero y el “linaje” para pertenecer a ellos, pagan una tarifa inferior a la de otros ciudadanos. Clubes como el Country, Los Lagartos y El Nogal están en la categoría de dotacionales pagando una tarifa del 6.5 por mil, mientras las panaderías o peluquerías que están en la categoría de comercios pagan 8 ó 9.5 por mil.
La propuesta, que buscaba mandar un mensaje más que tener un significado importante en las arcas de la ciudad, fue rechazada por varios concejales que amenazaron con tumbar el presupuesto para Transmilenio si la alcaldía seguía adelante con la intención de subir la tarifa a los clubes sociales. Luis Guillermo Gómez, secretario de gobierno, aceptó retirar la proposición, pues no podía poner en riesgo la plata de Trasmilenio por hacer justicia con esos predios.
La presión de quienes pertenecen a esos clubes y quienes seguramente son financiadores de varias de las campañas políticas de los concejales de Bogotá, hicieron que una vez más nos diéramos cuenta de la miopía de la elite del país. Pagar trecientos o quinientos mil pesos más en su cuota mensual del club para nadar, jugar golf, meterse a la sauna y comer barato no hará más pobre a quiénes pertenecen a esos centros sociales. Tampoco lo dejará sin comer un mes. En cambio, con ellos si se manda un mensaje poderoso a una ciudadanía que está harta de los privilegios que tienen los más ricos en Colombia.
Hablo de ricos, así a muchos les moleste el término y entiendan ese lenguaje como una apología a la lucha de clases, porque no hay palabra distinta que pueda describir mejor a aquellos privilegiados económicamente que se niegan a ver más allá de sus narices y buena vida. Que no se pregunten después por qué la gente quiere elegir a un mandatario radical, como pasó en Perú, que busque acabar de tajo y de raíz con esos privilegios que durante décadas solo le han tocado a unos cuantos.