La mujer del siglo | El Nuevo Siglo
Lunes, 23 de Enero de 2023

Simone Veil pasó un rato por el mundo y cambió para siempre la vida de millones de personas. Su historia ha sido recreada por Olivier Dahan en la película Simone: la mujer del siglo, estrenada hace poco en Colombia; una obra que vale la pena ver. El valor de la memoria es el eje conductor del relato. Después de ser una de las mujeres más destacadas en la política europea, en el ocaso de sus días, escribe sus memorias y uno va descubriendo que de allí, de lo que recuerda, surge su fuerza transformadora.

Como abogada, en los años 50, inició una larga carrera en la gestión pública francesa.  Fue magistrada, mejoró las condiciones de las cárceles y defendió los derechos de las mujeres. En los años 70 fue ministra de salud y desde esa posición impulsó el acceso a los anticonceptivos y la legalización del aborto. En 1979 se convirtió en la primera presidenta del Parlamento Europeo elegida por sufragio universal y, durante la siguiente década, se dedicó a hacer realidad el proyecto de la Unión Europea. En los años 90, volvió a ser ministra en Francia y luego, hasta el año 2007, miembro del Consejo Constitucional. Una vida entera consagrada a hacer mejor la vida de los otros.

En la película, el tiempo salta y rompe la linealidad cronológica. Los episodios de la historia de Simone Veile se superponen, así como en la vida los recuerdos nos emboscan, en desorden y en momentos inesperados. La traumática experiencia que vivió en la adolescencia, al ser deportada al campo de concentración de Auschwitz, marcará su existencia. La memoria íntima del horror vivido durante el Holocausto es lo que guiará y le dará sentido a su actuación pública por el resto de sus días. Ella hace que la luz de su memoria individual ilumine el presente y el futuro que quiere construir para Francia y para Europa. Aferrada a su experiencia personal, trabaja obstinadamente para fortalecer la justicia; para que nunca más vuelvan a repetirse la discriminación, el racismo y el exterminio y para que nunca más germine el totalitarismo.

Durante años, Simone Veil guardó como un secreto lo que había vivido en el campo de concentración. En Francia, los deportados estuvieron condenados al silencio vergonzante por muchas razones: porque eran una minoría y no querían ser estigmatizados nuevamente, porque recordar resultaba tan doloroso como la experiencia o, sencillamente, porque después de la guerra nadie parecía interesado en escuchar; era más fácil mirar hacia otro lado y seguir adelante.

“Somos una espina clavada en la memoria colectiva” dijo, cuando finalmente se decidió a contarle al mundo la tragedia de los sobrevivientes. Las memorias de Simone Veil son un llamado a la sensatez en un mundo que fácilmente se deja tentar por los discursos de odio. “Desconfío de la derecha moralista y de la izquierda sectaria”, dijo en otra ocasión; solo por escuchar esta frase y dejarse envolver en su espíritu, todos en Colombia deberían ir a ver La mujer del siglo.

 @tatianaduplat