Hora de balances. Estamos en una fundación dedicada a apoyar sobre todo a niñas que han tenido entornos de vida muy complejos y que las hace vulnerables en muchos sentidos. Por alguna razón, la fundación aparece en el camino de sus vidas y aceptan adherirse al proyecto que se les propone. Y, entonces, comienzan a crecer en todo sentido. Se ven rodeadas de buen trato y cariño. Reciben alimentación adecuada todos los días y bajo la mirada de nutricionistas. Comienzan a realizar una vida escolar sin interrupciones y con el ideal de dar buenos resultados. Y si necesitan apoyo académico, tienen monitores que las ayudan a mejorar su rendimiento académico. Pero si es el alma o la mente las que están heridas, también encuentran expertos en salud mental y orientadores espirituales que les ayudan a curar heridas y seguir creciendo. De todo como en botica.
Pero todo esto se llama oportunidad. Y resulta que la gran mayoría de niñas y jóvenes que han encontrado esta oportunidad, en esta fundación en particular, como hay muchas otras, y la han aprovechado bien, cambian su vida radicalmente y para bien. Y así lo revelan en los testimonios o informes que dan de su vida personal. En este ambiente lleno de calor y respeto humano empiezan a florecer, como en una primavera, niñas que son artistas, otras que tienen gran facilidad para los idiomas, algunas con grandes habilidades en el lenguaje o en las matemáticas. También aparecen las que son excelentes deportistas, las que tienen una especial sensibilidad espiritual, las que aman profundamente la naturaleza. Y, en prácticamente todas, va germinando lo más importante: una mirada amorosa sobre sí mismas, una confianza que crece a diario, un nuevo modo de relacionarse consigo mismas, con los demás, con la naturaleza, con Dios. Es decir, la vida empieza a mostrarse integral, equilibrada y, lo mejor, alegre.
Millones de oportunidades son lo que les hace falta a millones de personas. Ni siquiera piden que les regalen nada, sino simple y llanamente un puente para cruzar el río. Y lo hacen por sus propios medios, con sus propias capacidades y sabiendo que la verdadera oportunidad no es la que la estandariza, sino la que les ofrece lo necesario para llegar a ser completamente ellas mismas. Hoy se usa la palabra ‘facilitador’ en diferentes contextos. Viene bien para lo que aquí se comenta. Todo el que le pueda facilitar a alguien los medios necesarios para desarrollar su vida está haciendo la mejor de sus obras. Y si esto se hace con cariño, sin juicios, sin esperar placas ni condecoraciones, el tema suena aún mejor.
Jesús preguntó a uno que era ciego: “¿Qué quieres que haga por ti?” “Que pueda ver, Señor”, le respondió. Y Jesús lo hizo posible. La pregunta de Jesús sigue siendo la mejor inspiración para construir puentes, muchos puentes, para que todo el que quiera comenzar un camino con sentido y metas lo pueda hacer. Cada puente se llama oportunidad.