La pandemia de la “reformitis aguda” | El Nuevo Siglo
Jueves, 16 de Febrero de 2023

No se sabe cuál de los dos proyectos de reforma, el de la salud o el de la justicia, es peor. El primero, tapado hasta el último momento por la ministra Corcho, implica la muerte a fuego lento de las EPS y la estatización del sistema, para poder manipularlo y acabarlo de corromper; el otro, según dice el ministro Osuna, “busca humanizar la política criminal y penitenciaria para superar el estado de cosas inconstitucional… para restablecer el derecho de las víctimas y favorecer la resocialización” (sic). Pero el derecho a las víctimas no se logra revictimizándolas, soltando a los malandrines para que las vuelvan a atracar.

La resocialización, ministro, es una quimera y usted debe saber que la reincidencia es del orden del 80% y que los ladrones salen con sus brazaletes a “trabajar” a destajo en la calle, es decir, a seguir robando, porque ganan más así que cumpliendo horario en una factoría, así sea en el nuevo horario con recargo nocturno – extendido desde las 6 pm- que propone el gobierno. Y los malandrines saben, además, que las penas son irrisorias y más en un gobierno que, escarbando con morbo populista en lo más profundo de los derechos humanos, las borra de un brochazo y saca a los terroristas y asesinos de la cárcel y les inventa títulos de “gestores de paz”.

Poco faltó para que Samuel Moreno Rojas (qepd) -correligionario del presidente Petro e ilustre cleptócrata capitalino- recibiera algún beneficio de “Gestor Anticorrupción”, como quizás le prometieron, a él y a muchos otros grandes criminales con tal de que apoyaran económicamente el proyecto del Pacto Histórico. El narcoterrorista alias “Otoniel” estuvo moviendo cielo y tierra, a través de sus abogados, para dilatar la extradición que le “prometió” Iván Duque, esperando algún beneficio de ese tipo, porque el nuevo gobierno, “de facto”, ya ha despenalizado el narcotráfico y quiere también mermar el catálogo de los delitos para que existan menos criminales, por simple sustracción de materia bruta.

El abogado Samuel Moreno, como su hermano Iván (buen médico, también encartado con la justicia) son -era el primero- hombres de noble cuna, hijos del excongresista Samuel Moreno Díaz y de la ex candidata presidencial María Eugenia Rojas y nietos de mi General Rojas Pinilla, expresidente de facto y quien casi llega a ser presidente por voto popular. Pero ambos fueron presa de la ambición, cayeron en las garras de Lucifer -que suele entrar por el bolsillo- y se dedicaron a ejercer las innobles faenas del enriquecimiento ilícito, explotando la oportunidad- que hace al ladrón- de que Samuel llegara a la alcaldía, para repartirse entre ambos el botín de la ciudad capital, con los Nule y otros cuantos malandrines costeños y rolos de igual calaña. Y jamás pensaron en resocializarse.

Post- it. Tampoco le funcionó la resocialización al malhadado empresario y banquero Félix Correa Maya, súper noticia en 1982, por los autopréstamos, que llevó a la quiebra a miles de familias enredadas con el Banco Nacional. Tan pronto llegó a “despachar” a la Modelo corrió el rumor de que había montado allí una caja de ahorros y, prestos, todos los presos le entregaban religiosamente sus ahorritos, porque sabían que don Félix, cliente que captaba, el mismo que dejaba en la calle…