En Colombia, dolorosamente, la paz parece estar cada día más lejana. La propuesta del presidente Gustavo Petro de una paz total, no ha cuajado. Durante sus cinco meses de gobierno no hay día en el cual no haya algún tipo de acto criminal perpetrado por las disidencias de las Farc, el Eln o alguno de los múltiples carteles, bandas criminales, o como quiera llamarse a los narcotraficantes, que tienen en jaque al nuevo gobierno.
Su insistencia en tratar su propuesta de paz como una propuesta política y no lo que realmente lo que es, un tema de enriquecimiento ilícito es la principal causa de la creciente criminalidad, el aumento de asesinatos de militares, policías, líderes comunales, cuerpos encostalados y mutilados, y la zozobra que se está apoderando del país desde el 7 de agosto.
La inmensa riqueza que producen, la minería ilegal, el tráfico de personas, el contrabando y, sobre todo, el narcotráfico, son hoy los únicos motores que mueven a todos los actores criminales de Colombia. No hay nada que Petro pueda ofrecer a cambio de esos billones diferente a legalizar el narcotráfico, algo en lo que, lógicamente, está empeñado.
Otro agravante que nos aleja de la “paz total” es la rampante impunidad de que gozan los criminales colombianos. Comencemos por el sin número de gabelas que se les concedió y se les sigue concediendo a los cabecillas de la narcoguerrilla de las Farc; hoy senadores, con toda clase de lujos, carros, guardaespaldas y una libertad no merecida desde ningún punto de vista.
Ahora, Petro insiste en amnistiar a los delincuentes de primera línea y darles fuero como gestores de paz, o sea, darles libertad con total impunidad a quienes, ante los ojos de una ciudadanía atónita y aterrorizada, cometieron toda clase de crímenes y atropellos contra la fuerza pública, los puestos de policía y el ciudadano común, además de destrucción del servicio de transporte público y propiedades publicas privadas, inclusive hospitales. Una burla total contra las víctimas, sus familias y la ciudadanía indefensa.
Pregunto: ¿por qué los narcos y la gran variedad de criminales que progresan y pululan en Colombia van a buscar la paz, sí les va tan bien en la criminalidad, sí cosechan toda clase de a beneficios e indultos, como senadurías, nombramientos como gestores de paz, puestos en el gobierno y, prácticamente, lo que quieran? Un ciudadano correcto, verdadero defensor de la paz, jamás tendría tantas gabelas como uno de estos criminales.
¿Por qué van los criminales a firmar un acuerdo de paz si, como van las cosas, el ejército cuenta cada día menos con el respeto y respaldo del gobierno? Hoy los narcotraficantes tienen la carta alta con un gobierno complaciente, sin necesidad de firmar nada. Petro, más parece un enemigo que el jefe supremo del ejército. Los asesinos actuales no son las Farc que debieron, enfrentar un ejército fuerte, respaldado por gobiernos verdaderamente opuestos a su criminalidad.
Hoy pocos denuncian los asesinatos de los líderes comunales, las masacres, la corrupción que cada día aumenta, como lo denunciaban antes, enfurecidamente, cuando el gobernante era Duque. Aterra, el silencio de la mayoría política y la prensa izquierdista, entregadas o vendidas a Petro.
En plena navidad duele reconocer que la paz está cada día más lejana.