La paz es un valeroso, pero imposible sueño humano. La historia así lo demuestra. Los conflictos y guerras de todos los tamaños y especies, que han plagado a la humanidad desde los comienzos de nuestra historia, es testimonio de la incapacidad del hombre de vivir en paz.
Se podría decir que el primer testimonio de la agresividad del hombre como característica humana, la encontramos en Génesis en el Antiguo Testamento de la Sagrada Biblia, cuando nos describe lo ocurrido entre los hermanos Caín y Abel, hijos de Adán y Eva. Caín, en un arranque de furia y envidia, mata a su hermano menor y lo oculta a los ojos de Dios, quien lo maldice y lo condena a vivir errante.
Desde entonces, jamás ha habido paz en la Tierra y así lo atestiguan los libros sagrados de muchas religiones, los primeros poemas épicos como Gilgamesh sobre el héroe de Mesopotamia, la Canción de Rolando y El cantar de Mío Cid, entre otros. Siglos atrás hay testimonio de la violencia entre los hombres en las pinturas rupestres encontradas en todo el mundo, donde vemos guerreros armados y prisioneros encadenados, como en los grabados en las tumbas de los faraones en Egipto.
Las razones para comenzar un conflicto son tan variadas como la imaginación lo permite, desde el odio hasta el amor, la avaricia, el orgullo o la envidia. Razones que van desde lo más sagrado, hasta lo más profano. Se va a la guerra en nombre de Dios, de ideas políticas y necesidades económicas, para derrotar a un enemigo imaginario o real, para conquistar a un vecino y tomar posesión de sus tierras, sus mujeres, sus riquezas, sus fuentes de agua. Se lucha por hambre, por miedo, venganza, o por simple estupidez.
Generalmente quien inicia el conflicto considera que el triunfo lo beneficiará y superará las penurias y destrucción sufridas.
Se suele pensar en la guerra como una actividad masculina que refleja la superioridad física del macho y engrandece y justifica su agresividad. Se convierten en héroes a grandes estrategas y generales como Julio César y Napoleón.
Grandes escritores han alabado los beneficios de ir a la guerra como es el caso de Nicolás Maquiavelo que la recomienda en algunos de sus libros como El príncipe. Igual lo hacen sus contemporáneos italianos, fervientemente partidarios de la guerra para solucionar los conflictos y adquirir más poder, por ejemplo, Baltasar de Castiglione afirmaba en El cortesano que una de las aptitudes más importantes de un líder debía ser la de las armas.
Artistas simbólicos del Renacimiento, como Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Filipeo Brunelleschi o el alemán Alberto Durero, en su Tratado de arquitectura y urbanismo militar, dedicaron algunas de sus obras a temas bélicos, además de participar en ellos diseñando armas y como ingenieros militares. Como lo hizo Leonardo con César Borgia en su campaña de la Romaña en 1502.
Los dejo con un poema: ¿Es la paz una idea somnolienta? / ¿Un terrón de azúcar olvidado? / ¿Un pedazo de pan enmohecido? / ¿Emplumado nido desahuciado? / ¡No! / La paz / es un valeroso sueño. /Un crucigrama posible / que aún no ha sido descifrado. (Lenguaje de maderas talladas).
Paz en el alma para todos en el 2024.