El salvamento de vidas, la tranquilidad en muchas zonas, millares de armas silenciadas, manos que abandonaron los gatillos para dedicarlas a crear industrias, niños dentro de sus moradas y escuelas, mujeres en los hogares y padres respondiendo por sus proles, han justificado estos cinco años de la paz que firmó el Estado colombiano con las Farc.
No existe país o lugar del mundo que no admire lo alcanzado por las, tantas veces atropelladas negociaciones de La Habana, que nos han dado un Nobel y una tregua a la guerra de los 60 años. Casi 9 mil de los 13 mil guerrilleros que real o equivocadamente estaban en armas, habitan con tranquilidad y respeto a las normas, la vida y los bienes de 50 millones de colombianos.
Han tenido que enfrentar a los enemigos de este proceso que, patrocinados por grupos bien identificados, van de vereda en vereda, buscando reinsertados para asesinar y cobrar así, los horrores de la guerra que tuvimos que soportar.
Quienes han usufructuado de alguna manera el conflicto, han sembrado y propalado el odio, la venganza y la intolerancia, para malograr la paz. Les duele y los atormenta, que podamos celebrar los 5 años que llenan de complacencia al mundo. Las Naciones Unidas, con Antonio Guterres, su secretario general a la cabeza, la Unión Europea, los Estados Unidos y centenares de países, nos acompañan. Festejan y aplauden con gran solemnidad este paso que puede ser el principio de una pacificación total.
El expresidente Santos, con gallardo apretón de manos, destacó la gestión del presidente Duque, que por fin implementó los acuerdos, y ahora adelanta gestiones con el Eln para un acuerdo de paz.
Aunque algunos aún rechazan las modificaciones al Plebiscito, desconocen lo que significaron para morigerar y atemperar las dificultades que había para lograr la paz. Esa paz que a regañadientes medio acepta el presidente Duque, y a la que le engarzó la inexplicable “legalidad”.
El gobierno Duque encontró un acuerdo de Estado con mandato constitucional que le ha servido para mostrar, internacionalmente, otra cara diferente a la que él internamente casi que desconoce.
Este ejemplo que Colombia le muestra al mundo nos invita a limar asperezas, darnos abrazos y apretones de mano, para fortalecer así la convivencia que nos engrandecerá y nos permitirá superar la pandemia, porque seremos una nación capaz de perdonar, olvidar y coexistir fraternalmente, que conjuga sin odio el sí y el no.
Un desmovilizado dijo a los asistentes en este quinto cumpleaños: “Colombia necesita una paz duradera, sin engaño, sin traición y sin perfidia”. Y yo agregaría: ¡sin odio!
BLANCO: Mi gratitud al conglomerado periodístico Politika, por el homenaje con el que exaltó mi vida y mis 70 años en este oficio. Gracias Carmelo Castilla.
NEGRO: El pésimo ejemplo que la presidenta de la Cámara le está dando a nuestra población. Desconoce la ética.