La filosofía de la historia, no la historia de la filosofía, sirve para descubrir las causas reales de los acontecimientos de la evolución mundial, comprendiendo el comportamiento del ser, el ejercicio del poder, la ciencia, la religión, la guerra, etc.
Incursión trascendental si es imparcial, no para inventar la verdad sino para revelarla. Lamentablemente esa tradición suele ser más una leyenda que un testimonio: un relato mítico y fabuloso.
La historia, en síntesis, es recuento de la guerra y la paz. Tolstoi, conde ruso o Curzio Malaparte, corresponsal de guerra italiano, son ejemplos de la visión histórica del planeta Tierra, en famosos textos. Estudiar la historia con una mirada filosófica es una práctica que enseñan Weber y Hannah Arendt.
El antiguo Testamento relata conflagraciones; una que todavía, tiene secuelas: muerto Moisés, libertador de hebreos, le correspondió a Josué invadir la tierra de promisión y guiando a los israelitas llego a Jericó y acabo a cuchillo con sus habitantes. (L. 6° de Josué)
Otro. Culminada la primera guerra mundial se suscribió el Tratado de Paz de Versalles el 28 de junio de 1919 entre los Aliados y Alemania y, supuestamente, finalizando la Primera Guerra Mundial, entró en vigencia hace 99 años: 10 de enero. Coincidió con la Constitución de Weimar, fundamentación política alemana, del 11 de noviembre de 1919, ordenando un régimen federal y la elección del presidente por votación popular.
El supuesto acuerdo de paz no la consolidó. Estimuló el odio y el ánimo de reivindicación del pueblo humillado y sometido por las potencias vencedoras. Entonces, desarrollado el nacionalismo, estimulado por la aludida carta política, Hitler buscó la “justicia” y ahí surgió la conflagración, cuando ocupó a Polonia.
La venganza genera venganza. El pensamiento de Cristo predica la paz verdadera, pero sus seguidores no son fieles a esas prédicas grandes. Con la vara que midas seréis medidos, sentenciaba Jesús. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Es toda una filosofía ética que, obviamente, debe postularse en acuerdo para eliminar la guerra.
Los tratados de paz deben concebir una fórmula ecuánime, pero las penalizaciones impuestas a Alemania fueron vistas como vengativas; naciones como Gran Bretaña y Francia consideraron que Hitler protestaba justamente. Chamberlain insinuó aliviar el Tratado para prevenir una nueva guerra.
Hace cien años (1919) se creó la Liga de las Naciones para vacunar las guerras. Fue un fracaso, no tenía ejército y no actuaba de manera inmediata. En 1935 Hitler se reveló contra el tratado de Versalles que los alemanes juzgaron inequitativo.
El 9 de agosto de 1945 Nagasaki quedó destruida a consecuencia de un bombardeo “terrorista” que arrasó una población desconociendo el tratado de paz. Otro holocausto ¡aplaudido!
Mi padre, en sus tiempos, funcionario de justicia de paz y corresponsal de guerra de “El Tiempo”, durante el gobierno del León Valencia, me llevó a operaciones militares contra los “bandoleros”. Experiencia ilustre para entender la historia.