El pasado 24 de julio, el ministerio de sanidad español dio a conocer un boletín oficial en el que estableció que habrá cuarentena obligatoria para los viajeros de vuelos procedentes de Argentina, Bolivia, Namibia y Colombia. ¿La razón? Los altos contagios de covid-19 presentados en estos territorios. Posteriormente, se anunció en otra circular, que se nos prohibía la entrada hasta el 31 de agosto, cuando se volverá a emitir una nueva directriz. Ante semejante reacción de las autoridades españolas la primera pregunta que surge es: ¿Qué ha estado haciendo el embajador en Madrid Luis Guillermo Plata?
Una de las embajadas más apetecidas por todos los políticos en Colombia es la de España. Son varias razones las que hacen de este destino diplomático unos de los más peleados cuando llega un presidente nuevo a la Casa de Nariño. Primero, porque Colombia es el cuarto país con más migrantes en la península ibérica después de Marruecos, Rumania y el Reino Unido, y el primero latinoamericano. Segundo, por la importancia de la relación entre ambas naciones. Pero, sobre todo, porque Madrid es un gran vividero y el ser humano quiere vivir sabroso. Por eso todo indica que desde que lo nombraron en febrero de este año, eso es lo que ha hecho, vivir la buena vida madrileña.
Es tan evidente que lo que sucedió con esa directriz del gobierno español frente a los viajeros que provengan de Colombia, es la falta de un representante diplomático que esté haciendo su trabajo, que incluso el propio Plata en la primera entrevista que dio a los medios colombianos dijo que esa circular lo había tomado por sorpresa. ¿Acaso su función no es, precisamente, que estas cosas no lo tomen por sorpresa? Pero lo que es peor, es que en otra de sus intervenciones tuvo la desfachatez de decir que, según sus propias especulaciones, el verdadero motivo de dicha decisión era que los colombianos estaban entrando con pruebas falsas. Sin ningún tipo de sustento, más que una versión de pasillo de un funcionario de medio nivel del gobierno de Madrid, el embajador sin siquiera sonrojarse y sin ningún método diplomático fue diciendo que nos habían castigado por tramposos.
Aunque lo dicho por Plata fuera verdad, que no lo es, porque así lo confirma el consulado de España en Colombia, no es él quien tiene que salir a gritar eso a los cuatro vientos. La función de una persona en ese cargo es precisamente toda la contraria, hacer quedar bien el nombre del país y trabajar cada día para mejorarlo. Pero no, el embajador Plata, para tapar su inoperancia y falta de diplomacia, decidió aseverar que la razón no fue el mal manejo de la pandemia, ni su falta de gestión en España, sino una mano de viajeros tramposos.
El tamaño de irresponsabilidad cometida por Plata demuestra una vez más que el servicio diplomático, incluso para las embajadas más importantes, ha servido para premiar amigos y para que nosotros los ciudadanos terminemos pagando las consecuencias.