En este tiempo de reflexión cabe recordar el mensaje de Jesús sobre algo más grave que la corrupción misma: la pérdida de valores esenciales: "Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué será salada otra vez?” Por eso advierte a sus discípulos que ellos son “la sal de la tierra” -la diferencia- y que, si dejan de serlo, esa sal “ya no sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada”.
Los jueces tienen esa responsabilidad de ser “sal de la tierra”, pero la reciente encuesta estableció que el 69% del país cree poco en la justicia, algo cree el 24% y solo un 6% cree mucho, dentro del cual estarán los jueces y el sistema en que los demás no creemos.
La impunidad, superior al 90% antes del Acuerdo fariano, hoy anda por el 95%, no solo porque los principales criminales no recibieron castigo, sino porque dejaron sembrado el país de violencia -de coca, que es lo mismo-, mientras la justicia no sale del lodazal de corrupción y politización en que se encuentra.
Es un sistema que no funciona, y que los mismos jueces y los políticos, en perverso maridaje, no dejan reformar porque es el caldo de cultivo donde abusan del poder de juzgar y castigar -o dejar de hacerlo-, donde entran y salen por puertas giratorias, donde se enriquecen y burlan la justicia que deberían impartir.
No generalizo, porque también he sido víctima de generalizaciones estigmatizantes, pero lo cierto es que “los malos”, aunque menos, han sabido insertarse en lo alto del poder judicial, disfrazados con la dignidad prestada de la magistratura. Para la muestra, algunos botones:
Marzo 2018. El fiscal anticorrupción, Luis Gustavo Moreno, es condenado por corrupción.
Julio 2018. La fiscal Niño acusa al exmagistrado Bustos, a su amigo y exdirector de Justicia y Paz, Carlos Villamil, al exfiscal Montealegre y al vicefiscal Perdomo, de organizar una "red criminal" para conseguir testigos contra los hermanos Uribe.
Diciembre 2018. La Comisión de Acusaciones de la Cámara acusa al exmagistrado Gustavo Malo por su participación en el “Cartel de la toga”.
Mayo 2019. La Comisión hace lo propio contra el expresidente de la Suprema, José Leonidas Bustos, quien “se vuela” del país, mientras el Senado se apresta a declararlo “indigno”.
Septiembre 2020. Montealegre y Perdomo se defienden “tirándole a las escopetas”; se declaran “víctimas” y arremeten contra Uribe y la fiscal Niño. En octubre, durante la audiencia de solicitud de libertad del expresidente, terminan “regañados” por tergiversar al fiscal y tratar de dilatar la audiencia.
Marzo 2021. Otro expresidente de la Corte, Francisco Ricaurte, es condenado a 19 años de prisión.
Marzo 2021. El actual presidente, con desvergonzada parcialidad, presiona a la juez del caso y acusa a la Fiscalía de “hacer equipo” con la defensa del expresidente Uribe.
El magistrado Reyes, que había puesto preso al expresidente, contrató a la señora Elsa Galera, supervisora del contrato que le había dado Santos. “Favor con favor se paga”.
Al magistrado Barceló le parece correcto que la Corte adelante “investigaciones secretas” contra un ciudadano, y no le parece “error de la justicia” hacer interceptaciones ilegales y legitimarlas como prueba.
¿En qué momento los jueces dejaron de ser la sal de la tierra que deberían ser?, ¿qué pasó con nuestra justicia?, Sin duda, es la mayor carencia de nuestra sociedad, y su reforma la mayor urgencia.
Nota Bene. A la izquierda y al centro-santismo les parecen inoportunas políticamente las acusaciones contra Fajardo, pero no pensaban igual cuando a Óscar Iván Zuluaga, triunfante en primera vuelta, le montaron el escándalo del hacker.
@jflafaurie