La antesala de la reunión entre el expresidente Uribe y el padre De Roux sobre falsos positivos, fue el discurso de autoelogios y mentiras de Santos en la Comisión de la Verdad en junio, que Uribe desbarató en una entrevista posterior en la que, además, argumentó la ilegitimidad de las instituciones creadas por un Acuerdo rechazado en las urnas, pero manifestó su voluntad de entrevistarse con De Roux, informalmente y no como presidente de la Comisión.
El sacerdote aceptó públicamente la invitación en esas condiciones, pero aprovechó la entrevista en que lo hizo para advertir que esperaba que “el expresidente Uribe pida perdón por lo que pasó en su gobierno con los falsos positivos…”, añadiendo que “no hay cosa más dura que la negación de los propios responsables o el silencio de los responsables”.
Ese era el objetivo: A partir del “prejuicio” de su responsabilidad, obligarlo a decir lo que la izquierda necesita para validar “su narrativa”, es decir, que él ordenó o consintió los falsos positivos; y a que pidiera perdón, como hizo Santos, pero después de insinuar que el guerrerista era Uribe y que la presión por resultados estuvo detrás de los falsos positivos, mientras que él, Santos, era el pacifista, el que reconocía el conflicto que Uribe no reconocía; el que cambió la estrategia, también de Uribe, de priorizar bajas y contar cuerpos, por la del respeto a los derechos humanos... ¡mentiras fariseas!
El padre no logró su cometido y salió a los medios, con un lenguaje ambiguo, a reconocer lo que se dijo, pero a manifestar su contrariedad por lo que no se dijo y él quería que se dijera, mientras el “antiuribismo” calificaba la reunión de puesta en escena y de insulto a las víctimas, y acusaba a Uribe de presuntos incumplimientos. Incumplimiento el de llegar a una charla informal entre dos personas, con dos comisionados que no estaban invitados.
¿Qué sensación me quedó? Que el expresidente respondió con claridad y dignidad; explicó el enfoque de Derechos Humanos de la Seguridad Democrática y los esfuerzos de su gobierno; reconoció la dolorosa realidad de los falsos positivos y señaló que, como presidente de la República, les había pedido perdón a las víctimas en múltiples ocasiones; reiteró su admiración por la Fuerza Pública y, en cuanto a la principal acusación, fue enfático en que de la exigencia de resultados a los militares, no se puede inferir la orden de asesinar inocentes. Así de sencillo.
Fedegán ha sido contactado para que aporte su verdad, oficial o informalmente. De hecho, tuvimos una reunión privada con el padre De Roux y otros comisionados, en la que entregamos esa historia: dos informes del programa “Acabar con el Olvido”, de la Fundación Colombia Ganadera, con contextos regionales y, sobre todo, con miles de nombres y apellidos de la monstruosa victimización ganadera. Me pregunto en qué anaquel perdido de la Comisión estarán.
Compartimos la posición del expresidente. No reconocemos la legitimidad de la Comisión, producto de un Acuerdo también ilegítimo, que Fedegán rechazó y fue perseguido ferozmente por ello, ni creemos en el equilibrio que pregonan, como se dejó ver en la sesgada conversación con Uribe.
Me quedó la sensación de que no importa lo que diga Uribe, la consigna es no creerle, y de que importaría menos lo que podamos decir los ganaderos. Como vamos, la historia “oficial” del mal llamado “conflicto interno”, terminará siendo la validación de las narrativas de la izquierda, en la que muchos muertos, secuestrados, niños reclutados y abusados, simplemente…, quedarán por fuera.
@jflafaurie