“Los invitaría a que miraran menos las formas y más el contenido”. Esa fue la propuesta indecorosa que en entrevista de esta semana con RCN, Gustavo Petro le hizo al país. Mirar la forma y no el contenido ha sido el sello de cada una de las acciones de este gobierno y es, sin lugar a dudas, el germen de la destrucción del Estado de Derecho.
Así, mirando la forma y no el contenido, nos hemos estado tambaleando ante la eventual destrucción de nuestro sistema democrático. Entre la Reforma -de hecho- a la salud con la expropiación o lo que el gobierno llama “intervención” a las EPS; el paso en primer debate en el Senado, gracias al voto descarado de los liberales, de la reforma pensional con la aterradora confiscación de los ahorros de toda una vida de trabajo de los colombianos; el proyecto de Paz Total con la repentina mutación de los bandidos en ángeles a los que hay que pagarles como muestra de gratitud por no delinquir y la equiparación de los buenos con los delincuentes, como palanca de materialización del proyecto de la Ley de Punto Final; la promoción de una Constituyente que surja no del Congreso ni por vías constitucionales sino por decretos, con el desconocimiento del “poder constituido” vía cabildos abiertos y vandalismo en las calles; y el manoseo a la otrora majestuosidad de la justicia, con su utilización como mecanismo de intimidación a los opositores que han servido de filas de contención y bastión para las libertades. Está claro. Este gobierno nunca ha dado valor a las formas y no le interesa dárselo porque coartaría su capacidad destructora.
Pero las formas sí importan y ante ese postulado no caben los titubeos. Las formas que sostienen el Estado de Derecho y que son las bases de un sistema democrático incólume, no admiten contemplaciones ni interpretaciones. Las formas son las que son por la Constitución y existen para preservar nuestras instituciones, nuestras libertades, y nuestros derechos. Los suyos y los míos. Los de todos.
No caiga en la trampa de pensar que si matiza esas formas cuando se trata de los derechos de otro, luego va a poder exigir que se respeten sin restricciones cuando a los suyos o a los de su familia se refieran. No se deje distraer, acobardar, ni utilizar incautamente. Las formas sí importan y hoy le voy a compartir un par de razones, sin eufemismos y sin pretensiones de corrección política, para su defensa.
A usted puede gustarle o no el expresidente Uribe, puede honrar con inmensa gratitud o no su legado, puede reconocer abiertamente las bondades del país de libertades en el que él nos permitió vivir o simplemente asumirlo en su esfera interna, puede admitir que fue su trabajo el que hizo que este no fuese un Estado fallido o abstenerse de tener esa conversación. Pero lo que no puede permitirse, si usted en algo valora la democracia colombiana, es que por sus afinidades o animadversiones personales, desconozca que ese Señor, que ha dado una batalla por nuestra democracia de forma incansable, determinada y con toda la dignidad, hoy encarna la vulneración de los principios del Estado de Derecho y el desconocimiento de las formas al que, recientemente, tanto apela Gustavo Petro.
A usted puede o no gustarle el expresidente Uribe, pero no por eso puede negar que la presunción de inocencia y el derecho al debido proceso deben ser la regla para cualquier colombiano y no la excepción. Esas formas no pueden admitir consideraciones bajo ninguna circunstancia.
A usted puede o no gustarle el expresidente Uribe, pero si en algo valora los límites al poder excesivo del Estado, usted debe entender que aquí existen inconsistencias, manipulaciones y apetitos de poder que desvirtúan el noble ejercicio de justicia y que buscan acallarlo, doblegarlo, quitarlo del medio. A usted puede o no gustarle el expresidente Uribe, pero si en algo valora sus libertades, no debe ignorar las suspicacias que despierta esta coincidencia de tiempos tan oportuna para las ambiciones del gobierno Petro, representada en la curiosa confluencia entre cambio en la cabeza de la Fiscalía y cambio en la postura del órgano, frente al mismo caso.
A usted puede o no gustarle el exresidente Uribe, pero si en algo valora su futuro y el de sus hijos, usted debe convertirse en un defensor acérrimo de las formas que van a ser la única garantía con la que usted cuenta frente a un Estado con ínfulas dictatoriales. La justicia tiene un valor de dignidad que impide que se utilice para callar voces que incomodan al régimen. Así empezó Venezuela, y así van 24 años después.
Las formas son la base y la garantía del Estado de Derecho. Entonces, si usted en algo valora lo que queda de él en este país, tiene que saber que sí importan y que importan para todos. Sin excepciones. Otra razón para marchar este 21 de abril.
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