Se suele decir que los políticos hacen campaña en poesía y gobiernan en prosa, para significar que unas son las promesas del candidato y otras son realizaciones cuando asumen el mando. Pero quien, contra todos los pronósticos, resultó elegido Presidente de EE.UU. ha roto este paradigma, como tantos otros. Y en este caso no le quedaba difícil, dada su proverbial aversión por la poesía y por la prosa. El Presidente Trump se hizo el propósito de hacer trizas el mandato de su antecesor Barack Obama y a fe que lo ha venido cumpliendo a pie juntillas, así le lluevan rayos y centellas.
Dijo Schiller que “el estilo es el hombre” y Trump tiene su propio estilo y nada cambió en él cuando se trasteó de la Trump Tower de la Quinta avenida de Nueva York a la Casa Blanca en Washington. Él es pendenciero y así gobierna, perdón, así trina. Pues bien, desde que llegó a la Presidencia, con su sonsonete de “Estados Unidos primero”, ha enconchado como ostra a la primera potencia mundial. Y como su paranoia lo ha llevado a concluir que el resto del mundo conspira contra EE.UU., ha optado por renegar de los acuerdos y tratados suscritos. Al fin y al cabo, según afirma su Consejero de Seguridad John Bolton, “Estados Unidos no tiene la obligación legal de cumplir los tratados que ha firmado”.
En el curso de su campaña Trump despotricó en contra de la Organización Mundial de Comercio (OMC), a la que calificó de organización del “desastre” y amenazó con retirarse si los demás países miembros no se allanaban a sus pretensiones, especialmente en materia de tarifas aduaneras. Y más recientemente tuiteó, ya como Presidente, que “la OMC es injusta con EE.UU”. Por ello no causó sorpresa su anuncio rimbombante, desde el Salón Oval de la Casa Blanca, la imposición de aranceles proteccionistas del 25% a sus importaciones de acero y del 10% para las de aluminio el pasado mes de abril. Esta decisión significaba una declaratoria de guerra comercial contra sus socios, Canadá, la Unión Europea, Corea del sur, que son sus principales proveedores de acero, pero su blanco principal es China. Así se desprende del más reciente Informe de Estrategia de seguridad nacional de EEUU considera a China como un rival estratégico que busca "desafiar el poder, la influencia y los intereses estadounidenses".
Para Trump, “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”, son pan comido y su proceder va muy en línea con uno de sus asertos en su publicación El arte de la negociación, cuando dice que “hay veces en que la única salida es el enfrentamiento. Cuando alguien me trata mal o injustamente, mi respuesta, toda mi vida, ha sido devolver el golpe lo más fuertemente posible”. Pero está muy equivocado, porque la reacción y la retaliación de los países afectados con su medida no se han hecho esperar.