Los organizadores del paro no respetan ni la democracia liberal ni las instituciones republicanas; de lo contrario, no actuarían como si una ínfima minoría tuviese la legitimidad política de imponer en las calles una agenda colectivista que las urnas no avalaron. Pero si fuera necesario un símbolo del absoluto desprecio por lo mejor de la tradición colombiana que incentiva los desmanes, ahí está el Monumento a Los Héroes en Bogotá, profanado como si la capital estuviese bajo la ocupación de un ejército foráneo.
Es cierto que el Monumento a Los Héroes no es precisamente el Arco del Triunfo; de hecho, su diseño demuestra algunas de las peores modas arquitectónicas del siglo XX. Pero más allá de sus defectos estéticos, las inscripciones sobre sus muros cumplen el deber esencial de honrar a nuestros próceres y sus hazañas.
Vencedor de Boyacá, la Legión Británica, Granaderos de Los Andes, Ayacucho, Pichincha, Junín: este es el legado de quienes nacieron como súbditos de un rey, pero lo arriesgaron todo para forjar su propio destino como ciudadanos de una república. Hasta derramaron sangre para liberar a quienes hoy son nuestros vecinos, lo cual no es poca cosa.
Dos siglos después, la república colombiana ni es perfecta- tampoco lo fueron los próceres- ni está cerca de cumplir su potencial. Pero haber preservado la esencia de las instituciones republicanas, de la mano de una democracia liberal, es un logro que no se puede despreciar con ligereza, sobre todo cuando otros países que liberó el ejército patriota yacen hoy bajo la más abyecta tiranía ¿Habrá que padecer en carne propia todas las miserias del país vecino para apreciar las bondades que sí tiene Colombia?
Como los bloqueos de vías y demás actos violentos del paro, los cuales ya lograron aumentar la inflación anual, vandalizar Los Héroes es demostrar un enorme desdén hacia las tradiciones republicanas vigentes, desde la alternancia pacífica del poder cada cuatrienio hasta la representación política de la oposición, la separación de los poderes y la libertad de prensa, expresión y culto.
Aunque los vándalos no lo aprecien, vivir bajo este sistema liberal de gobierno es un privilegio. José Ortega y Gasset lo llamó “la suprema generosidad” dado que es, “ante nada, voluntad de convivencia” con el contrincante político. Como señaló el Movimiento Libertario, su expresión es el debate civilizado en las instancias apropiadas, entre ellas el Congreso de la República, los concejos municipales, las universidades y los medios de comunicación. En cambio, la profanación de Los Héroes revela a una masa que “actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos” hasta retroceder a la barbarie.
A Ortega y Gasset le preocupaba que una mayoría desdeñara los fundamentos del liberalismo para aplastar a una minoría débil. Pero en Colombia vemos el sinsentido de una minoría destructora que, ante gobiernos complacientes -el nacional y el distrital- domina a una mayoría desamparada que quiere construir. Hay que recuperar el Monumento a Los Héroes y restaurarlo cuanto antes.