LIONEL MORENO GUERRERO | El Nuevo Siglo
Viernes, 17 de Mayo de 2013

La destrucción creativa

 

Un nuevo “paro,” el de los cultivadores de papa que bloquearon carreteras importantes, terminó con nuevos subsidios, que nos costarán $ 42.000 millones. Estas subvenciones se suman a otras concedidas este año a caficultores ($ 1 billón), arroceros, trabajadores de la Universidad Nacional, cacaoteros y camioneros. Parece que bastara una huelga (o solo su amenaza) para que el Gobierno, rápidamente llegara a un acuerdo a base de generosos subsidios. Definitivamente, las políticas de la Sra. Thatcher, que sacaron a la Gran Bretaña del marasmo económico, no tienen acogida en el trópico. Pero, ¿qué pasa con nuestros sectores económicos, especialmente el agropecuario? Sencillamente que no somos competitivos, nos hemos quedado rezagados y otros países han logrado mayor eficiencia, les cuesta menos producir que a nosotros. Cierto que una equivocada política cambiaria ha contribuido, desde hace muchos años, a erosionar nuestra competitividad. Mientras las monedas de los países exportadores se deprecian, la nuestra se revalúa.

No solo tiene en esto responsabilidad el Banco de la República que ha puesto el énfasis (excepto en los últimos meses, después de que gran parte del daño está hecho) en controlar la inflación, descuidando lo más importante, el ingreso de las personas, el trabajo. También la tienen los gobiernos con una equivocada política de endeudamiento externo aprovechando las bajas tasas de interés en los mercados internacionales. Pero la revaluación no lo explica todo. Ya Adam Smith y David Ricardo habían dicho, hace 200 años, que los países debían especializarse en los bienes que produjeran más eficientemente e importar los otros. Si no mejoramos la productividad de nuestro sector agropecuario, por ejemplo, paperos, azucareros, arroceros, lecheros, etc., se arruinarán y no habrá subsidios que los salven, ni país que genere recursos para pagarlos.

El progreso puede ser cruel para con algunos, pero la tragedia de estos redunda en beneficio de muchos más. Schumpeter llamó “destrucción creativa” a este fenómeno mediante el cual el progreso técnico y la mayor productividad de otros destruye ciertas estructuras y da paso a unas más eficientes. De no ser esto así, no habría avance económico. Si los “luditas” en 1810 hubieran logrado destruir los telares mecanizados en Inglaterra para no quedar desocupados, la revolución industrial hubiera fracasado. Si los paperos no pasan a áreas más extensas que permitan mecanizarlas y organizan mejores sistemas de mercadeo y si los caficultores no encuentran forma de contrarrestar los bajos salarios de Vietnam y no salen del minifundio, están condenados a quebrarse. En 1920 Colombia no podía pensar en fabricar automóviles, hoy lo hace y los Estados Unidos, para hacerlo tienen que robotizar sus fábricas. En lugar de subsidios y de fomentar el minifundio (como quieren las Farc) los gobiernos deben propiciar la capacitación de los obreros, mejorar la infraestructura, patrocinar cooperativas. La Unión Soviética se desmoronó porque quiso evitar la destrucción constructiva.