LIONEL MORENO GUERRERO | El Nuevo Siglo
Viernes, 31 de Agosto de 2012

Paz sin entrega

 

Todos queremos la paz y poner en guarda contra peligros de un proceso no es ser antipatriotas. Lo que muchos no deseamos es que por intereses electorales o por pasar a la historia como quien, después de cincuenta años, la logró, se hagan concesiones perjudiciales para la justicia y para la democracia colombiana. Los intentos fallidos anteriores demuestran la dificultad de lograr acuerdos duraderos con la guerrilla, la que utiliza las negociaciones para obtener ventajas propagandísticas y tácticas (Caguán). Como han señalado los especialistas en el tema, la gran mayoría de los conflictos internos han concluido con la rendición o el exterminio de una de las partes, muy rara vez con la victoria de los subversivos o mediante compromisos. Cuando la terminación de la confrontación se ha logrado mediante una negociación, esta se ha dado con el concurso determinante de un tercero con intereses importantes en el área del conflicto y con poder suficiente para garantizar el cumplimiento del acuerdo.

Pero, ¿cuándo se llega a una negociación con posibilidades de éxito? El tema ha sido ampliamente estudiado y se ha llegado a establecer tres escenarios: 1) Doloroso punto muerto: los costos del conflicto se vuelven intolerables para ambas partes. 2) Catástrofe mutua inminente: se negocia solo cuando una de las partes no resiste los costos del conflicto. 3) Oportunidad atractiva: ambas partes consideran que es más conveniente para ellas llegar a un acuerdo que continuar luchando. No pareciera que estamos en ninguna de las dos primeras situaciones. Los costos no son intolerables, al menos para el gobierno colombiano, a pesar de las declaraciones del Fiscal General y otros de que prefieren ver a los cabecillas guerrilleros en el Congreso a que sigan delinquiendo. Las Farc buscan proyectar esta sensación con el incremento de sus ataques contra la infraestructura eléctrica y petrolera.

El Estado colombiano no está al borde de la derrota, por el contrario, nunca ha estado la guerrilla más debilitada. ¿Oportunidad atractiva? Bueno, Chávez se beneficiaría enormemente de un proceso de negociación en Colombia con él de facilitador. Santos, quien parece seguir insistiendo en los errores del pasado (a pesar de lo que dice), no puede exigir ahora que el régimen venezolano persiga a los guerrilleros colombianos y Chávez puede decir a Capriles que la prueba de que no apoya a subversivos es que el propio Santos lo llama en su ayuda. Nuestro Presidente tiene que tener mucho cuidado para que su deseo de ser el mandatario de la paz no lo lleve a hacer concesiones descomedidas. El senador Roy Barreras ha dicho que esta vez no habrá indultos ni amnistías y que “los máximos responsables de los crímenes más atroces, de lesa humanidad, deberán pagar por sus crímenes”, no vemos cómo va a conciliar esto con su disposición a “tener como compañero de curul a Timochenko” cuando este estaría cumpliendo prisión de 40 años.