Es posible que en el planeta y en Colombia, de maneras distintas, estemos dejando atrás el mejor medio siglo de la historia. Quién lo creyera. En el mundo regresaron las pandemias y las guerras frías y calientes, la inflación generalizada, y pronto lo harán las hambrunas y las crisis de deuda. La debilidad de los líderes hace pensar que los próximos 50 años no serán mejores.
Estarán marcados por la alineación entre el capitalismo-comunista en ascenso, en China y Rusia, cada vez más eficaz en atraer gobiernos del “sur mundial”, versus el capitalismo-liberal occidental cada vez más dubitativo, encerrado en guerras de identidad entre sus partidos y sectas sociales, menos convencido de la libertad y socavado por la ofuscación informativa.
Terminaron los 50 años de ascenso chino y el entendimiento pacífico chino-americano. China es el rival declarado de EE. UU. y Rusia quiere recuperar sus aspiraciones de gran potencia. Ambas cosas son ahora confrontadas abiertamente por los americanos. Los europeos, como dijo alguien sobre los británicos, “perdieron un imperio, y no encuentran aún un rol”. Comparten fines geopolíticos con los americanos, pero dependen de los rusos para los granos y la energía.
Al contrario, los rusos medran en las crisis, pues encarecen lo que ellos venden. Actúan como los virus en un cuerpo sano: lo merman constantemente con desinformación, y ante una bajada en defensas, lo atacan y lo pueden mandar a la cama. O llegar a destruirlo, si se deja. Así están actuando no solo contra EE.UU. sino contra todos los gobiernos liberales-conservadores de occidente.
Otra manifestación: en 1975 la incursión de Rusia y Cuba en Angola siguió al debilitamiento de EE.UU. por el escándalo de Watergate, que dio al traste con la presidencia de Nixon. En 2022 la incursión de Rusia en Ucrania siguió a la desastrosa salida de las tropas americanas en Afganistán, en agosto de 2021.
Por nuestra parte, en Colombia estamos finalizando el siglo de la urbanización, del dividendo demográfico y las bonanzas minera, petrolera y cocalera. Ascienden fuerzas definidas por la identidad, para las cuales lo crucial es la posición personal frente la raza, el cambio climático, el matrimonio gay y el aborto; así como anticapitalistas, irrespetuosas de los derechos de propiedad y descreídas de las mejoras graduales.
Es posible que el alineamiento de Colombia pase de los EE.UU. hacia Rusia y China, suave pero sólidamente. El origen del rompimiento sería la paz con los narco-guerrilleros-paras-colombo-mexico-venezolanos que dominan nuestras zonas fronterizas. Los países del sur mundial somos cortejados por las tres grandes potencias, con una mezcla de dádivas económicas, deuda, alineamiento geopolítico y presencia militar.
El gobierno demócrata de EE.UU. será comprensivo con Colombia en lo militar, la justicia y lo económico, hasta que la legitimación del narcotráfico, implícita en los acuerdos de paz de 2016, se protocolice definitivamente en los acuerdos de paz de 2024-25.
De ahí en adelante se agriará la relación con EE. UU. y se endulzará con los chinos y rusos, para quienes estos problemas domésticos de Colombia con el narcotráfico no representan la menor preocupación.
En el mar Caribe completará la transición desde ser el Mare Nostrum del imperio americano, a ser el Mare Socialistum, con Cuba, Nicaragua, Venezuela y en el futuro Colombia, orientados hacia la esfera asiática. El punto neurálgico será por supuesto Panamá, el sitio más importante de América Latina, y el único que los EE. UU. no pueden perder.
Como diría Melba Escobar, los últimos 50 años fue “Cuando éramos felices, pero no sabíamos.”