Esta semana el país académico se encontró con la noticia que Fecode, Federación de Trabajadores de la Educación, no apoya el regreso a clase de miles de estudiantes que tienen como única opción la educación pública.
Ante esta situación la dicotomía se puntualiza entre lo que queremos y lo que tenemos. Es decir, entre el país perfecto que quisiéramos ser y el país con miles de limitaciones que somos, situación a la que de ninguna forma escapa la educación.
Son miles los profesores que han destinado de su propio peculio para que muchos alumnos puedan tomar sus clases en condiciones, menos que normales, pero más justas de lo que serían originalmente; esto lo han hecho por muchos años. Su compromiso no fue solo académico, su entrega fue personal y así se han comprometido en sacar varias generaciones de este país de las garras de la miseria y el atraso.
Hoy seguramente con buenas intenciones, pero alejados totalmente de la realidad, Fecode determina que no habrá regreso a clases de los estudiantes de los colegios públicos hasta que las condiciones de las infraestructuras sean más aptas. Plausible actitud pero lejana a las posibilidades conociendo las falencias de nuestro presupuesto nacional.
¿Qué hacer entonces? Lo que sea posible, aunque no sea perfecto. Son muchos los estudiantes de cortas edades los que desde hace un año se retiraron de la presencialidad educativa para acceder a ella a través de un computador o una tableta. Seguramente en el sur de Francia o en el norte de los Estados Unidos es una medida viable, pero en nuestro país está lejos de cualquier factibilidad. Las condiciones de infraestructura en conectividad o de servicios públicos no permiten que desde una montaña o cualquier sitio rural estos niños tengan la capacidad de recibir los beneficios de la educación. Posiblemente esos beneficios hayan desaparecido totalmente hoy y muchos de ellos hayan regresado a ser los trabajadores de las fincas de sus padres o de los señores para los que estos trabajan.
De ser así, el país y el mismo Fecode perdieron años de lucha y el sacrificio de tantos maestros que apostaron por la educación de los párvulos. Educadores que se entregaron su vida a formar ciudadanos de bien por fuera de los coqueteos de la delincuencia y el crimen. Volver a empezar será complicado, pero hay que intentarlo. Es lo único que tenemos para no condenar a estos miles de jóvenes a una miseria generacional que le ha impuesto una sociedad egoísta y que no apuesta por estas más allá de lo que le sobra.
Dejo claro que la situación actual no es culpa de Fecode. No es culpa de los maestros. No es culpa del gobierno actual. Son décadas de atraso. En cuanto a nosotros corresponde es que en las condiciones que tenemos tal vez mejoradas con cultura y solidaridad, reforzadas con políticas sociales que se han implementado, como transporte escolar y alimentación escolar, continuemos dándoles a estos niños una oportunidad de salir de las condiciones en las que actualmente están. Aunque nos parezca creíble o no, son peores que las que les podemos brindar desde las instituciones educativas que tenemos.