LORENA RUBIANO FAJARDO | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Abril de 2012

Solidaridad con Boyacá

“¿Cómo será posible que nada te conmueva, que no haya lluvia que te estruje, ni sol que rinda tu fatiga?”

Salvador Novo

Boyacá está sufriendo una de sus peores catástrofes por causa del invierno y necesitamos la solidaridad nacional, para iniciar la reconstrucción de varias poblaciones, rehabilitación de vías y prevención de nuevos desastres.

El gobernador, Juan Carlos Granados, informo que en el Departamento hay cerca de 90 municipios afectados, 23 mil 320 personas damnificadas, cerca de 30.000 hectáreas inundadas con pérdida de cosechas y ganaderías, miles de kilómetros de vías en mal estado y puentes afectados.

Se requiere una ayuda del Gobierno nacional para blindar el acueducto de Tunja contra nuevos embates del invierno. Las poblaciones más afectadas, por inundaciones y deslizamientos, son: Paz de Río, Moniquirá, San Miguel de Sema, Tibasosa, Zetaquirá, Jenesano, Tasco, Firavitoba, Belén y Soracá.

El mandatario regional advirtió que “a pesar de las medidas preventivas que se tomaron para enfrentar esta ola invernal, las fuertes lluvias han sobrepasado los niveles en los ríos y de la red de alcantarillado de las poblaciones”.

Mi mayor preocupación es por Paz de Río, ya me había ocupado en otra columna de esta población y tengo mis temores de que puede suceder allí una tragedia peor. La compañía Acerías Paz del Río está en la obligación moral de hacer un gran estudio sobre los efectos de la explotación minera, de las posibilidades de que la montaña esté afectada y que en cualquier momento pueda venirse una gran avalancha.

Es mejor prevenir que curar, el desbordamiento del río Soapaga afectó severamente el casco urbano y puso de presente una nueva dimensión del problema y hay que vigilar permanentemente el río Chicamocha, porque ambos están afectados por la desestabilización de sus cuencas por las actividades mineras.

No necesitamos visitas protocolarias de solidaridad, requerimos hechos concretos y no promesas como la de Gramalote, en Norte de Santander, que lleva un año esperando que inicien su reubicación.

Es necesario y urgente reformar las CAR, ineficientes, ineficaces, corruptas y esa plata debemos utilizarla, en obras y prevención.

Hay que coger el toro por los cachos y proceder como lo hizo el Japón después del tsunami, en un mes tenían reconstruidos carreteras y puentes, aquí son eternos y se roban la plata. Boyacá no permitirá que la plata para los afectados, termine en los bolsillos de unos ladrones, llámense como se llamen.

lorenarubianof@gmail.com