Tokio es una ciudad de contrastes. Todo lo que es tradicional y todo lo moderno de Japón se encuentra en esta ciudad maravillosa. En esta enorme metrópoli se codean la modernidad más absoluta y exhilarante con la antigüedad más solemne y respetada. Esto es Japón, con todo su identidad y actualidad.
Aquí podemos regodearnos por los lugares más modernos y extravagantes donde la tecnología de ayer ya hoy es vieja, y, al mismo tiempo, podemos pasear por jardines donde, donde cada rincón nos rodea de paz y tranquilidad; donde templos centenarios invitan a la meditación. Esta es una ciudad joven y vieja, una ciudad del pasado y del futuro.
Tokio fue originalmente un activo poblado amurallado llamado Edo que, con la toma de control del poderoso Shogun (jefe militar del país) Tokugawa, en 1603, se convirtió en el centro del poder de un país que ya estaba, más o menos, consolidado. Kioto continúo siendo la cede del emperador, pero el verdadero poder se centró en el castillo de Edo, donde residía Tokugawa.
Para 1771 Edo era ya la ciudad más populosa del Japón y del mundo. En 1867 el poder fue retomado por el emperador, que prefirió establecer, ahora sí, su capital en Edo, llamándolo Tokio (era Meiji). El terremoto Kanto, (1923), destruyó casi toda la ciudad. Luego de décadas de reconstrucción la ciudad fue destruida, otra vez, por los bombardeos norteamericanos del final de la II Guerra Mundial.
Hoy la ciudad cosmopolita de Tokio, que incluye la parte central y las prefecturas que la rodean cuenta con más de 40 millones de habitantes, una gran organización, disciplina de sus habitantes, y todos los servicios necesarios para vivir con pleno confort.
Es bueno empezar con un reconocimiento del sector abierto al público de la “Ciudad Prohibida”, o sea del Palacio Imperial. Caminar su parque, jardines, lagos y murallas que lo rodean es hermoso. Este es el corazón de la ciudad. Luego, el templo de Akusa, el más antiguo, localizado en un distrito que conserva la atmosfera del Tokio de antaño. Para llegar al templo se camina por Nakamise, una callejuela llena de tienditas de toda especie. Después el santuario Meiji, localizado cerca de la estación Harajuku y al parque Yoyogi, lugares de reunión de la juventud de la ciudad, llenos de actividad, restaurantes y bares. Este santuario está rodeado de un apacible bosque que contrasta con sus ruidosos vecinos. En Tokio son muchos los templos, santuarios y jardines para visitar. Lo mejor es investigar cuales son los del gusto de uno.
Recomiendo un paseo por el río Sumida, desde donde se puede observar la cuidad sin tener que combatir el tráfico y subir a la torre Sky Tree para disfrutar de la espléndida vista panorámica de la ciudad.
Naturalmente, uno no se puede perder el Cruce Shibuya, la esquina peatonal más congestionada del mundo (cruzan un millón de personas diariamente). ¡Es de no creer! Su energía es indescriptible, igual todo lo que hay en el barrio de Ginza donde se encuentra. Muchas películas han sido filmadas aquí. El mercado antiguo de pescado Tsukiji es otro imperdible.
Vine a Tokio siendo una jovencita, en 1965, acompañando a mis padres, invitados por el Emperador. Regresar hoy, con mis hijos y nietos ha sido muy emocionante.