Atrás quedan y pasarán las sociedades donde se discriminaba, maltrataba y excluía en todos los aspectos a las mujeres. Las desigualdades de género, aun existentes, continúan constituyendo brechas y segregaciones que silenciosas se hacen constantemente presentes, tratándonos de recordar que alguna vez nos percibieron y catalogaron como el sexo débil.
Sin embargo, una mayor presencia de las mujeres en los escenarios de poder, en la toma de decisiones y en su incorporación al mundo económico y empresarial, representa nuestro desafío de carácter individual y grupal, así como un objetivo básico como nación que pretende llegar a la equidad, la inclusión social y el progreso.
Gracias a esta nueva conciencia asistimos en los últimos tiempos como testigos directos de sucesos que enmarcan la participación política de las mujeres. Nuestro país, en un acto de reivindicación femenina, logró establecer en la reforma al Código Electoral Colombiano la paridad en la conformación de listas a los cargos de elección popular. Esta conquista trazará caminos de oportunidades para más mujeres, pero lo más importante es que permitirá el fortalecimiento de la democracia con la incorporación de acciones afirmativas y de políticas públicas que transformarán las condiciones de desigualdad en todos los niveles.
Debemos seguir en el legislativo, en ese avance fuerte hacia la desnaturalización de la violencia de género y la eliminación de todas las barreras de techo de cristal que hoy impiden a las mujeres crecer profesional, económica y políticamente; esto lo logramos no solo generando más leyes, sino con acciones integrales que las lleven a asumir roles de liderazgo, mejorando con ello la calidad de vida no sólo de ellas o de sus familias, sino del país.
Por eso tras la pandemia que sobrellevamos, nos empoderamos como eslabón importante de la sociedad, y si bien aún se evidencian consecuencias negativas en el ámbito social, económico, doméstico y laboral para nosotras, e incluso en muchos ocasiones casos de violencia, este momento nos hemos posicionado en un rol principal dentro de nuestro sistema social, no solo como ciudadanas, sino como eje esencial de las familias y miembro activo de la fuerza productiva de la sociedad, todo de forma simultánea.
Tal vez mucho de lo ganado en posicionamiento hoy no se logra percibir por los hechos que sacuden al mundo, pero lejos de ser la pandemia una barrera en la búsqueda de la reivindicación de la mujer, la ha llevado a ser factor esencial de una sociedad que la requiere para afrontar cualquier problema, más si es grave como el actual.
Un reconocimiento final a esas mujeres que desafiaron los grandes retos de esta pandemia, algunas en condiciones de derechos y responsabilidades iguales a los hombres, muchas desde cargos de decisión, otras desde sus labores en sus familias. La gratitud es porque lo dieron todo, desde su condición de abuelas, madres, hermanas e hijas, o como enfermeras de nuestros hogares, entregaron sus vidas, dejando atrás esa odiosa categoría de sexo débil y reclamando con justicia ser el género que no solo da la vida sino el que la defiende.
*Representante a la Cámara