Se aproxima el plazo máximo para que las personas de origen sefardita puedan solicitar su nacionalidad española, pues la Ley que facilita la adquisición de la nacionalidad española a los sefardíes vence, luego de una prórroga, el 1 de octubre de 2019.
Como se sabe, se denomina sefardíes a los judíos que vivieron en la Península Ibérica y, en particular, a sus descendientes, aquéllos que tras los Edictos de 1492 que compelían a la conversión forzosa o a la expulsión tomaron esta drástica vía. Tal denominación procede de la voz “Sefarad”, palabra con la que se conoce a España en lengua hebrea. En verdad, la presencia judía en tierras ibéricas era firme y milenaria, palpable aún hoy en vestigios de verbo y de piedra. Sin embargo, y por imperativo de la historia, los judíos volvieron a emprender los caminos de la diáspora, agregándose o fundando comunidades nuevas sobre todo en el norte de África, en los Balcanes y en el Imperio Otomano.
Los hijos de Sefarad mantuvieron un caudal de nostalgia inmune al devenir de las lenguas y de las generaciones. Como soporte conservaron el ladino o la haketía, español primigenio enriquecido con los préstamos de los idiomas de acogida. En el lenguaje de sus ancestros remedaban los rezos y las recetas, los juegos y los romances. Mantuvieron los usos, respetaron los nombres que tantas veces invocaban su origen, y aceptaron sin rencor el silencio de la España mecida en el olvido. La memoria y la fidelidad han permanecido a lo largo de los tiempos en una numerosa comunidad que mereció el honor de recibir su reconocimiento con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1990, precedido, poco antes por un acontecimiento histórico: la primera visita de un Rey de España a una sinagoga. Fue el 1 de octubre de 1987 en el templo sefardí Tifereth Israel de Los Ángeles, California.
Realmente, para quienes somos católicos, los judíos, como lo dijera San Juan Pablo II, son nuestros hermanos mayores en la Fe. Hace un par de años, un grupo de Rabinos visitó al papa Francisco y cuando él los invitó a pasar a otro salón, les dijo, “Por favor, primero el Antiguo Testamento”, anécdota que a muchos no les gusta, pero que muestra ese reconocimiento de la tradición, que muchos de los que tenemos ancestros antioqueños conservamos, pues en mi caso, Cristóbal Gómez de Castro, mi 11 abuelo, en realidad era Samuel Levi Abulafia, como consta en diferentes documentos.
En los albores del siglo XXI, las comunidades sefardíes del mundo se enfrentan a nuevos desafíos: algunas quedaron maltrechas bajo la furia de los totalitarismos, otras optaron por los caminos de retorno a su añorada Jerusalén; todas ellas vislumbran una identidad pragmática y global en las generaciones emergentes, conscientes del bagaje histórico y sentimental de los sefardíes, muchos de ellos, colombianos.
Aunque España esperaba cerca de 200 mil solicitudes, a la fecha el trámite no llega a los cinco mil, no obstante que a los efectos previstos en el apartado 1 del artículo 21 del Código Civil español, en cuanto a las circunstancias excepcionales que se exigen para adquirir la nacionalidad española por carta de naturaleza, se entiende que tales circunstancias concurren en los sefardíes originarios de España que prueben dicha condición y una especial vinculación con España, aun cuando no tengan residencia legal en ese país.