Ricos y pobres, cultos e ignorantes, jóvenes y viejos, en estos primeros días del año nos fijamos metas para los meses venideros. Lo hacían en Babilonia y Roma, la costumbre se ha ampliado con la publicidad de millones de productos cuya compra se sugiere, de libros que deben leerse, viajes por realizar, dietas para gordos y flacos, consejos útiles para mejorar la actividad sexual. Exageramos propósitos, en febrero los debilitamos, en marzo los abandonamos, era demasiado ambicioso lo de “año nuevo, vida nueva”.
¿Cuántos de nosotros somos capaces de mantener las promesas? Un estudio de afamado instituto de investigación sicológica demuestra que si bien más de la mitad de los estadounidenses hacen propósitos anuales, solamente el ocho por ciento los concreta, No dispongo de datos referentes a Colombia, presumo que los resultados dejan que desear en lo relacionado con comer mejor, gastar menos y dormir más. La “Organización Mind” recomienda no abultar las promesas de año nuevo porque “nos castigamos por aquello que percibimos como defectos y establecemos horizontes poco realistas respecto del cambio de hábitos; no es de extrañar que al incumplirlos nos sintamos peor que al formularlos”.
Recibimos la reflexión con beneficio de inventario, no es tiempo de desarmar el pesebre, ni de quitar del árbol los adornos de Navidad, ni de suspender saludos a familiares y amigos, trataremos de que nuestros propósitos sean realizables.
Ellos dependen de muchas cosas, la disquisición anterior hube de suspenderla ante el alud de alzas que aparecen en Colombia, es inatajable que todo suba exageradamente en enero, con independencia de razones válidas, sin relación con la ley de la oferta y la demanda, de los salarios, del índice de inflación, del producto interno bruto, del incremento o deterioro del empleo, de la disminución del consumo, aupadas en parte por la ley de financiamiento fiscal.
No obstante mantengo la esperanza sobre el cumplimiento de anhelos, incluyo el de gobernantes, conocemos los enunciados por el señor presidente de la República, Iván Duque, ojalá que le resulten, ello nos beneficiaria comunitariamente. Reitero el deseo de que logremos los nuestros para no anotarlos de nuevo en enero del 2020. Nos asiste el derecho a mejorar, sería un contrasentido consignar promesas para empeorar, nada de malo tiene adelgazar cinco kilos, practicar deporte, pasar tiempo en pareja, ser felices, decir más a menudo que no, erradicar el egoísmo, aprovechar bien el ocio, evitar robos, cambiar el mundo, dejar de inscribir propósitos para no cumplirlos. Cuando perseguimos un propósito indispensable es tenerlo claro y estar convencidos desde el principio de que nos servirá. ¡Que el éxito, con algo de suerte, llegue!