En medio de esta serie de reflexiones sobre aspectos positivos y negativos en la historia de los distintos países del mundo, que he venido compartiendo, paso a referirme, con gratitud a Dios y a los buenos corazones, a luces especiales. Para todos los humanos es motivo de incerteza cual va a ser su caminar en los años de vida, y, en ciertos momentos, conviene hacer un alto en el camino para ver el panorama de cuánto va quedando atrás en ese diario avance. La gratitud es algo noble en esta panorámica.
Qué grande gratitud por hacérseme ubicado en este mundo, desde el primer momento en ambiente profundo de fe en una familia con padres y hermanos (as), que me hablaron de un Dios Trino Creador, y un plan amoroso de salvación con un Jesús, Dios hecho hombre, quien directamente, y con colaboración de María y José me fueron colmando de sus gracias, y llevando de la mano en la ubicación y misión en que la Providencia me colocó. No puedo imaginarme mi vida sin ese don precioso de la fe, que ha iluminado el pasado y me muestra, con certeza, mi futuro.
Colocando ese faro de la gratitud, aparecen mis padres espirituales: los grandes Papas desde mi infancia, los santos de mi devoción antiguos y nuevos, el obispo que me confirmó José I. López Umaña, el que me ordenó sacerdote, Gerardo Martínez, el que me llevó de la mano al Episcopado y realización de él, José de Jesús Pimiento. Tanto debo a formadores del Seminario, como los Padres Vicentinos: Guillermo Kerremans, Guillermo Rusil, Julián Villegas. Cuánto, al testimonio y amistad de compañeros en Seminario y labores sacerdotales, como Francisco A. Cadena, Jorge E. Vargas, Mons. Félix M. Torres, Agustín Sierra, Manuel A. Parra, Jaime Tovar y tantos más. Cuánta gratitud, otros sacerdotes de Armenia y de Garzón, que hicieron eficaces mis planes de trabajo.
En este acercarme a luces especiales, con el esplendor de la gratitud, debo destacar los testimonios de laicos (as), que fueron mis educadores, como Napoleón Lamilla, Genoveva Gómez de Arbeláez, Beatriz Ramírez de Macías, así como colabores (as) en apostolados como Alberto Fajardo, Fernando Gutiérrez, Pepina de Gómez, Verónica Silva, Clara Luz Jaramillo de Botero, Dolly Ortiz.
Han suavizado mi vida con su estímulo y cariño, mis parientes por los Ramírez y por los Gómez, mis feligreses del Huila y del Quindío, los miembros de excelentes organizaciones como el Movimiento de los Focolares, la Legión de María, y el Proceso de Nueva Evangelización. Muy confortantes las voces de los más de 50 Obispos Eméritos, con su estimulante ejemplo y amistad.
Dando, salto a personajes laicos de mi País, que con loables actuaciones me han dado luces, dignos de especial recuerdo: Simón Bolívar, Antonio Nariño, Francisco J. de Caldas, Manuel Murillo, Rafael Núñez, Miguel A. Caro, Rafael Reyes, Mariano Ospina Pérez, Bertha Hernández de Ospina, Lorencita de Santos, Misael Pastrana, Laureano Gómez, Carlos L. Restrepo, Álvaro Uribe Vélez.
Cuántas las luces especiales más, para tener presentes en las no pocas “horas de tinieblas” que se van presentando en el mundo y en Colombia. Son ellas las que hemos de evocar para seguir haciendo el bien, hasta el final, “con alegría y esperanza”.
*Obispo Emérito de Garzón
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