Desde que comenzó el problema del Covid-19, el país viene observando una especie de choque por el liderazgo entre la Alcaldesa de Bogotá y el Presidente de la República sobre quién toma la decisión primero, y cuál es la más acertada e innovadora. Ambos tienen su propia comisión científica de expertos dando consejos y el mismo afán mediático.
Primero, fue el Presidente que ordenó la reclusión de los mayores de 70 años bajo el argumento de que habría que proteger a nuestros mayores, a lo que alguno de ellos, muy ilustre, ripostó que en esa edad esperaba tomar sus propias decisiones. Luego vino la reclusión de la Alcaldesa, en forma experimental, por el puente del 23 marzo; a lo cual el Presidente respondió empatando con la cuarentena obligatoria en todo el país, hasta el 13 de abril.
Vuelve la Alcaldesa, el pasado lunes a decirnos que nos debemos ir acostumbrando a que esto sigue, al menos por tres meses más, y posiblemente hasta cuando salga la vacuna, y que hay que apagar la economía o al menos ponerla en bajo. Viene el Gobierno, el martes a primera hora y contraataca señalando que no hay elementos de juicios para decir si se prolonga la cuarentena y el Ministro respectivo se va “lanza en ristre” contra la afirmación de la Alcaldesa por su ligereza y dice que hemos dado los pasos adecuados, que se han logrado niveles de contención que llevan a que la curva se aplane; las decisiones se irán tomando de acuerdo con las circunstancias.
Semejante tramoya, en la situación por la cual estamos pasando, deja mucho que desear. Amén del problema de competencias constitucionales y legales para el manejo de la situación en una república unitaria, en el fondo se percibe y se vislumbra la utilización de la situación pandémica para sacarle provecho político a la situación. Parece otro “round” entre el partido de Gobierno y los partidos de oposición; bastante incomodos con la reclusión que les impide salir a la controversia sobre las medidas adoptadas y los lleva a clamar a gritos la intervención virtual del Congreso.
Para colmar la situación se designa un gerente para el tema de la pandemia, designación por demás política, que invita a pensar, ¿qué va a hacer entonces el Gobierno si esa que delega era precisamente su función? Si la Alcaldesa de Bogotá se brinca al Presidente de la República, que decir, si trata de un exministro sin curul.
En medio de tanta divergencia lo que la gente se pregunta es ¿hasta cuándo nos podemos quedar encerrados? La medida la indica la evolución de la pandemia o el hambre. Las ciudades y los pueblos de Colombia tienen una economía informal, basada en “el rebusque”; el vendedor ambulante que vende mangos o “perros calientes”; hasta cuándo puede quedarse sin mercar, y cuando le llegan los anunciados auxilios que no se ven ni son suficientes. Y qué decir de la clase media, ¿hasta cuándo aguanta el último ingreso de los emprendedores? Estos son los que sostienen el sistema de salud, son los que cotizan para pensiones y pagan servicios públicos para subsidiar a los primeros, y atienden los créditos que le permiten a los banqueros hacer donaciones cuantiosas, son los que consumen todos los días y pagan los IVAS: ¿Si será que soportan tres meses de reclusión? ¿Qué medidas hay para esa clase media? ¿Hasta cuándo pueden aguantar? Mientras tanto lo que percibimos es una lucha por el liderazgo.