El presidente Petro ha aconsejado a sus seguidores de la Colombia Humana, reunidos en su congreso, que salgan a la calle para hacer imponer por la fuerza tumultuaria lo que el gobierno no está logrando por las vías democráticas en el Parlamento. Y les ha citado el caso de Francia como paradigma.
De otro lado, a Maduro, recomendó como salida para la crisis venezolana organizar un acuerdo bipartidista con la oposición para repartirse el poder en un periodo de tiempo transitorio, al estilo de lo que se hizo en Colombia hace 65 años, cuando se diseñó el Frente Nacional.
Ambos consejos son desacertados. Y obedecen a lecturas equivocadas de la historia política tanto de Francia como de Colombia.
Veamos en primer lugar lo que aconteció en Francia recientemente. El presidente francés, sintiendo que no disponía de las mayorías parlamentarias suficientes para imponer su programa de gobierno, resolvió disolver la Asamblea Nacional y convocar a nuevas elecciones, en las que no le fue nada bien. Su grupo quedó de tercero, de segundo quedó la derecha de la señora Le Pen y de primero una coalición de las izquierdas. Ninguna de estas agrupaciones resultó con mayorías suficientes para imponer un programa de gobierno por sí solo. Se imponen entonces los acuerdos políticos en Francia.
¿Qué hizo Macron ante este nuevo panorama de la política francesa? ¿Invitó a sus seguidores para que bajaran a la calle a imponer desde allí lo que no lograron en las urnas? No. Reconoció democráticamente la pérdida de su mayoría política y admitió que en lo que le resta de mandato presidencial las leyes que vayan a consideración de la asamblea tendrán que aprobarse, una por una, mediante acuerdos políticos que solo tendrán aplicación para el caso concreto de cada ley o reforma que se proponga.
No es exacto, entonces, lo que les dijo Petro a sus seguidores que el ejemplo a seguir era el francés para imponer por la fuerza de la calle y de la intemperancia sus reformas. El presidente Macron nunca ha pretendido ni dicho que lo que no logró en las urnas lo deben arrancar sus seguidores mediante marchas tumultuarias.
Ha aceptado republicanamente la nueva composición de los grupos políticos del hexágono francés, y tiene muy en claro que cualquier ley o reforma que presente su gobierno tendrá que abrirse camino en la Asamblea por sus propios méritos y dentro de las reglas de juego de la democracia parlamentaria. Ninguno de los tres grupos (macronismo, izquierda o derechas) obtuvo el poder suficiente para imponer por si solos sus puntos de vista) que únicamente son posibles mediante acuerdos políticos.
Fue, pues, mal traída a cuento, la recomendación acalorada que hizo Petro a sus seguidores en el congreso de la Colombia Humana, cuando citando mal el caso francés olvido decirles que allí están pensando hacer las reformas desde el hemiciclo parlamentario: no desde la calle.
Igualmente resultó equivocado -contrario a la realidad histórica- lo que recomendó a Nicolás Maduro como bien ha hecho notar María Isabel Rueda.
Resulta que a nadie se le ocurrió proponerle al general Gustavo Rojas Pinilla un frente nacional cuando estaba tambaleante ante el masivo movimiento frente a su dictadura que concluyó con su caída el 10 de mayo de 1957. La fuerza arrolladora de la opinión pública exigía era su retiro y no que entrara en una partija de poder con la oposición. Eso nunca se le ocurrió ni a Laureano Gómez ni a Alberto Lleras. Primero se cayó el régimen militar e ilegitimo de Rojas; después hubo una junta militar que gobernó con acierto durante un año el periodo de transición hacia la democracia. Y después, solo dos años después, se resolvió organizar el Frente Nacional con el plebiscito de 1959.
Improvisados consejos como estos que se le han ocurrido a Petro en los últimos días resultan siempre maltratando la historia, e inútiles para resolver los problemas sociales y políticos de los países.