MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Mayo de 2013

Con lágrimas

 

Iba a escribir sobre el horror que me produjo la noticia de que la mujer que arrojó a la hija de su novio de tan solo seis años de edad, desde un piso 18 en la ciudad de Medellín, tan solo será condenada a seis años de cárcel. Solo seis años. La niña que lanzó al vacío cayó 44 metros consciente y a pesar del impacto contra el piso sobrevivió, llegó al hospital y con el último aliento contó a los médicos lo que había sucedido. Solo seis años. De cárcel y de vida.

Pero me encontré con la investigación de El Tiempo del 26 de mayo de 2013, acerca de las redes de prostitución infantil que han surgido alrededor de la minería. Y resulta que esas prostitutas, son en su gran mayoría niñas menores de 16 años, incluso de 10, vendidas por sus madres y esclavizadas a cumplir con las perversiones sexuales de los trabajadores de las minas del Chocó, Antioquia y Guanía, entre otros lugares.

Las niñas son reclutadas y trasladadas con engaños a los centros mineros, donde son esclavizadas. El relato de una de ellas en el reporte que hace el periódico es que cuando llegó al campamento, la juntaron con otras cinco niñas, una de ellas de nueve años que todavía hablaba a media lengua. Todas eran vírgenes y esa noche fueron entregadas con seguridad al mejor postor.

Y entonces se me juntan las historias de atrocidad en contra de las niñas y niños en nuestro país, y la impunidad rampante, la incapacidad de las autoridades para proteger los derechos de nuestros niños.

Les confieso que termino de escribir esta columna con lágrimas recorriendo mis mejillas. Como mamá, me duele el corazón de pensar el terror que vivió la niña mientras caía en el vacío. Y como mujer no logro siquiera llegar a comprender, el dolor que deben sentir esas niñas de nueve años que son sacrificadas en sus cuerpos e inocencias para que un hombre se sienta “satisfecho”.

Me duele este país, que subvalora la vida misma de los/as niños y niñas, que se queda corto en las políticas de Estado para protegerlos/as, para enseñarles a los padres buenas prácticas de crianza. Me duele este país, lleno de gobernantes y dirigentes hombres y mujeres, que no logran comprender la importancia de establecer proyectos que protejan la infancia, en el entendido de que un niño/a feliz es la garantía de un ciudadano/a responsable, equilibrado y sano, física y emocionalmente en el largo plazo.