Matoneo mortal
Esta columna va dirigida a jovencitos que hayan sido blanco de agresión o matoneo en sus colegios, y a aquellos que forman parte de algún grupo de matones que lastiman con palabras o con hechos a sus compañeros.
Quiero que los primeros sepan que no están solos, que hay maneras de defenderse de los agresores. Que deben buscar ayuda de sus padres, parientes, amigos y maestros.
Pero, sobre todo, quiero hablar a los matones y hacerles ver que sus acciones pueden llevar a la desesperación o al suicidio del compañero agredido.
Pero como los jóvenes no leen las columnas de opinión, espero que los padres que lean esta, la tomen muy en serio, pues el matoneo en los colegios se ha convertido en un arma mortal.
Quién no recuerda los ataques y las burlas de los compañeros en el colegio como uno de los peores momentos de su niñez o de su adolescencia.
En esos años de formación, cuando uno no ha solidificado aún su personalidad y busca insistentemente pertenecer a la “manada” para ser incluido en sus juegos, ritos y secretos, el rechazo o, peor aún, la agresión de otros niños de su misma edad, son dolorosos. Este tipo de agresión ha existido siempre y de una u otra manera son pocos los que no la han sufrido.
Recuerdo en mi niñez, en los años 50, durante los tiempos más duros de la violencia política en Colombia, cómo era de usual que se formaran corrillos de los niños de familias liberales para atacar a los de familias conservadoras, o viceversa. La agresión era generalmente verbal, con gritos de consignas y gestos, en contra de los del partido opuesto. Esos momentos eran verdaderamente intimidantes. Sin embargo, generalmente, no pasaban a la agresión física. En casi todos los colegios, regidos por una disciplina mucho más estricta que la actual, los corrillos eran rápidamente dispersados y los autores del desorden fuertemente castigados.
Hoy, el matoneo va mucho más allá que la agresión verbal. La violencia se ha apoderado de los colegios. Cualquier motivo justifica la agresión; el color de la piel, las diferencias físicas o intelectuales, las preferencias sexuales y otro sinnúmero de cosas son fáciles detonantes.
La inexistencia de la caridad, esa palabra totalmente desconocida para los jóvenes de hoy, hace que cualquier muchacho o niña diferente pueda ser violentado de las formas más hirientes por sus compañeros.
Lo peor es que, debido a las redes sociales, la agresión continúa fuera del aula escolar, en un ámbito enorme. Un insulto o mentira contra alguien es visto en la red por miles y allí se multiplica.
Ojo, padres de familia, la depresión aguda, la muerte violenta o el suicidio de jovencitos causados por compañeros no es inusual. ¿Cómo no? Si vivimos en una sociedad enamorada de la violencia. Violencia en el cine, en la TV, en los libros y los medios. Hay que ser conscientes de esta grave situación y no permitir que nuestros hijos sean víctimas, ni victimarios.