MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 16 de Enero de 2013

El despertar de un dragón

 

Con  verdadera furia ha despertado un dragón. La violación en Nueva Deli, de una joven de 24 años por un grupo de hombres que viajaban en el bus en que iba ella acompañada de un amigo, ha finalmente despertado la furia de un pueblo  donde este tipo de crimen es pan de cada día.

La joven, reconocida como una excelente estudiante y amada en su barrio por su bondadoso carácter, no solo fue abusada y vejada sexualmente de la manera más vil, sino también fue golpeada hasta el punto que se debatió entre la vida y la muerte varios días antes de fallecer.

Las manifestaciones contra el gobierno, los políticos, la policía, no han cesado desde el momento que ocurrieron los hechos, hace ya cerca de un mes. Hombres y mujeres han invadido las calles exigiendo acción por parte de las autoridades, están hastiados de la indiferencia existente en la capital de la India hacia los crímenes contra las mujeres. Parece que esta vez lograrán un cambio de actitud en una sociedad tradicionalmente machista donde los derechos de la mujer no son respetados, aunque ya existen leyes que así lo exijan.

Pero este no es el caso solo en India. Lo mismo ocurre en muchísimos países. La violación de mujeres en los campamentos creados en Haití después del terremoto del 2010 es tal, que las víctimas no se atreven a denunciar por miedo a las consecuencias las cuales puede ser peores que la misma violación. En México el femicidio, o asesinato de mujeres, las cuales en su mayoría han sido violadas y torturadas, se ha denunciado en todo nivel, pero continúa ocurriendo sin que, aparentemente, haya una autoridad capaz de impedirlo. En Pakistán, los asesinatos por motivos de “honor”, de jóvenes mujeres cometidos por sus familiares, muchas veces por sus mismos padres o hermanos, es algo común. Y esto para mencionar solo los casos  más conocidos.

La realidad es que la violencia sexual contra la mujer, en pleno siglo XXI, sorprende por fuerte arraigamiento en culturas donde la mujer sigue siendo aún ciudadano de segunda. En estos pueblos, la tradición del machismo es como una maleza que no muere.

En muchos países la policía y la sociedad pretenden ignorar estos crímenes  culpando a la mujer por los hechos ocurridos. Las autoridades, los vecinos, los familiares, acusan a la víctima porque iba vestida de una manera insinuante, porque estaba acompañada de un joven, porque hablaba por un celular, en fin, cualquier motivo es válido y disculpa el crimen.

Los asesinos de la joven india ya fueron capturados, su juicio acaba de comenzar y, con los ojos del mundo entero vigilando, quizá esta vez se haga justicia y el castigo sea ejemplar.

Quizá la furia causada por este abominable crimen en Nueva Delhi logre despertar otros “dragones” alrededor del mundo, a favor de la  protección física de las mujeres y exijan el castigo de los culpables.