María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 3 de Junio de 2015

HILANDO FINO

Todos un poco derrotados

Las  recientes elecciones municipales y de las provincias  autónomas en España han dejado a todos los partidos un poco derrotados. Indudablemente, unos más que otros.

Sin lugar a dudas, los grandes derrotados fueron los partidos comunistas que quedaros prácticamente fuera del mapa electoral por sus bajísimos resultados. Fueron también grandes perdedores los dos partidos tradicionales, el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) los cuales quedaron lejos de obtener la mayoría absoluta o de sumar más del 80 por ciento del voto como solían hacer.

Esta elección marca, quizá, el fin del bipartidismo en España. El electorado ha castigado con fuerza los escándalos de corrupción en estos dos partidos y la vergonzante manera como se han tratado de barrer los hechos “bajo la alfombra”, sin fuertes y decisivas condenas contra los implicados, militantes en sus filas.

Es claro que hoy los españoles no están dispuestos a cargar con los pecadillos, grandes o pequeños, de los políticos. El electorado está hastiado de la corrupción y exige pulcritud. También es cierto que el juego entre los dos partidos los ha desgastado y muchos quieren tener diferentes alternativas. Se podría decir que se busca un mayor juego democrático, más opciones.  

Pero los dos partidos tradicionales no han sido los únicos golpeado; los nuevos partidos, nacidos del descontento de la ciudadanía y del rechazo a la corrupción, Podemos y Ciudadanos, tampoco arrancaron con la fuerza con que se pensaba. Las encuestas les daban mayores márgenes de ganancia. Aunque se han posicionado como fuerzas de tener en cuenta y que con seguridad prevalecerán, no tuvieron los votos esperados. 

El mismo Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, en su discurso luego de las elecciones reconoció que, aunque el resultado posiciona el nuevo partido como la tercera fuerza electoral en España, él esperaba que el rechazo hacia los partidos tradicionales hubiera sido mucho mayor. Lo mismo ocurrió con Ciudadanos, nuevo partido que en las encuestas recientes estaba subiendo como la espuma. Sin embargo, en las elecciones no alcanzó los números pronosticados.

El panorama electoral dejó en claro varias cosas, una de ellas, quizá la que más me entusiasma, es la fuerza indetenible adquirida por las mujeres españolas en todos los partidos y en todas las regiones.

Para empezar, la batalla en Madrid fue entre dos mujeres, Esperanza Aguirre, del PP, y Manuela Carmena, de Ahora Madrid, y el resultado ha sido tan reñido que aún no es claro quién se quedará con la capital. Habrá que esperar el resultado de las alianzas necesarias para conformar una mayoría que permita gobernar. Lo que sí es evidente es que será una de las dos mujeres el nuevo alcalde, y la otra será la encargada de hacer el control y la oposición.

Barcelona también quedó en manos de una mujer, Ada Colau, quien obtuvo el triunfo apoyada por cinco grupos de izquierda.

La gran triunfadora de estas elecciones fue la democracia y la madurez del electorado español, capaz de tomar decisiones sin exaltarse, por la vía del voto.  Esta elección debería ser un ejemplo para los electores latinoamericanos, tan incapaces de castigar la corrupción rampante que existe en nuestros países.