María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 17 de Junio de 2015

HILANDO FINO

Una misión imposible pero importante

Felipe  González, valerosamente, tomó la decisión de ir a Venezuela, así su  misión fuera imposible. Todos sabemos que tratar de dialogar u obtener alguna concesión de Nicolás Maduro es como negociar con un muro. Maduro es obtuso y  terco como una mula; lastimosamente, no solo en esto se parece a ese animal.

González tenía la intención  de servir como asesor en el juicio de Leopoldo López y Daniel Ceballos, importantes opositores del desastroso gobierno chavista y de visitarlos en la cárcel para comprometerlos a desistir de la  huelga de hambre que  ha puesto en peligro sus vidas. Era un ejercicio casi con seguridad fútil.

Pero los humanos no perdemos las esperanzas fácilmente. Siempre cabía la posibilidad de que Maduro mostrara algo de sensatez y madurez política y accediera, por el bien de Venezuela, y aun por el bien de su desprestigiado movimiento, a permitir por lo menos la visita de González a los presos.

Vanas ilusiones. A las 48 horas de haber llegado el expresidente del Gobierno Español y líder de Partido Socialista Obrero Español partió de Venezuela sin haber podido cumplir ninguno de sus objetivos, dejando claro que de democracia ya no queda nada en Venezuela. Y que Maduro está asesorado por un grupo de personajes que  ante todo protegen sus propios intereses, las inmensas riquezas que están acumulando en este gobierno. Entre ellos, todos los que forman parte del “cartel de los soles”, llamado así por el número de generales que participan en él.

El arsenal de insultos con que fue atacado González, proferidos por Maduro y sus amigos, hacen ver qué tan acorralado se encuentra el régimen. Son estos gruñidos de fieras heridas que antes de morir son más peligrosas. Y es que en las últimas encuestas el chavismo obtuvo apenas el 22 por ciento de favorabilidad. La gente está hastiada de las mentiras, los insultos, la inseguridad, la escasez y, sobre todo, del miedo.

En Venezuela hoy se siente miedo a toda hora. Es casi un  país sin ley, con jueces manipulados de una u otra manera por el chavismo. Los derechos humanos están siendo pisoteados y la libertad de expresión ha sido aplastada. Hay que tener cuidado con lo que se dice y se hace pues se corre el peligro de ser apresado, desaparecido o muerto por agentes del chavismo.

La corta visita de González logró varias cosas. Fue de suma importancia su reunión con el periodista y opositor Teodoro Petkoff a quien entregó el Premio Ortega y Gasset, el cual  no había podido recibir por tener prohibido salir del país. Pero lo más importante fue que sirvió para abrir al mundo los ojos sobre el rápido e indetenible declive del país y la total pérdida de libertades que sufren los venezolanos.

Felipe González ha prometido volver y ha dicho: “No me quedará otra que hacer esfuerzos en ámbitos internacionales que obliguen jurisdiccionalmente a Venezuela”. El líder socialista español no descansará en su esfuerzo por ayudar a los presos políticos venezolanos. Algo que deben hacer también los líderes  latinoamericanos que hasta ahora han mantenido cobarde silencio. La catástrofe venezolana nos concierne a todos.