MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 14 de Mayo de 2014

HILANDO FINO

¡Devuelvan las niñas!

Nadie, absolutamente nadie puede callar. Todos sin excepción debemos exigir ¡devuelvan las niñas! Los que callen son cómplices y son tan culpables como los criminales que recientemente secuestraron de una escuela en Nigeria a 276 niñas, entre los 9 y 13 años de edad, de las cuales 53 lograron escapar y 223 siguen aún desaparecidas.

Los secuestradores, pertenecen a la secta Boko Haram, nombre que textualmente traduce “la educación occidental es pecado”. Su propósito es castigar a las niñas por asistir a la escuela, por atreverse a aprender a leer y escribir, a sumar y restar. Estos criminales han amenazado con vender a las niñas como esclavas sexuales u obligarlas a casarse; de hecho, se sabe que ya han vendido algunas de ellas por 10 dólares a traficantes de personas, activos en la región.

La educación de las niñas se ha convertido en una amenaza contra los extremistas islámicos, sobre todo en Nigeria, Afganistán, Pakistán y Yemen, que pretenden continuar con el total sometimiento de la mujer, desde la infancia; en su utilización como animal reproductor y de placer para el hombre, sin derecho alguno.

La condena de este atroz acto tiene que ser global y unánime. Comenzando por todos los líderes religiosos y políticos, inclusive los latinoamericanos que generalmente se abstienen de participar en lo que ocurre en las naciones africanas, como si Latinoamérica no tuviera suficiente autoridad para intervenir en los problemas globales, una actitud tercermundista absurda de la cual debemos sacudirnos.

Yo espero una dura condena de este crimen por parte del presidente Juan Manuel Santos y su Canciller. Colombia no puede callar ante este acto, no puede hacerse la de la vista gorda, como hace ante los abusos que se cometen a diario en Venezuela contra los opositores del régimen de Maduro, en su mayoría jóvenes estudiantes.

La censura más fuerte y la exigencia de retornar las niñas “sanas y salvas” deben venir de las autoridades civiles y religiosas musulmanas, ya que el crimen se ha cometido en nombre de Alá. Los líderes islamistas deben ser muy claros en su rechazo a esta monstruosidad, como ya lo ha hecho Al Azhar, instituto islámico egipcio, al afirmar que este secuestro va en contra de las “esencias del Islam y sus principios de tolerancia”. Ojalá actúen con la misma rapidez con que condenan una caricatura o una película que creen ofensiva. Ojalá demuestren que la vida de estas niñas es valiosa para el Islam.

Aboubakar Shekau, jefe de los criminales secuestradores, debe verse enfrentado con la condena mundial y el rechazo a sus acciones, en especial de parte de los musulmanes.

La manera de protestar es inundando las redes sociales con exigencias a los gobiernos, a las organizaciones de derechos humanos, a las Naciones Unidas, a los participantes en el Foro Mundial para África, que acaba de llevarse a cabo en Nigeria, a la Liga de Naciones Árabes.

Todos debemos alzar la voz en contra de este crimen. Nadie puede excusarse de demandar la devolución inmediata de las niñas a sus hogares. Nadie puede callar, hoy el mundo tiene que oír el grito, ¡Devuelvan las niñas!