María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 22 de Octubre de 2014

Le conviene a Brasil y Latinoamérica

 

El triunfo de Aécio Neves en Brasil le conviene a ese país y a Latinoamérica. Un cambio de sabanas, con seguridad ayudará a mejorar “al enfermo”, porque el gigante latinoamericano está mal y necesita urgentemente recuperarse. Para nadie es un secreto que las políticas de Dilma Rousseff no han dado buenos frutos en los últimos años y Brasil está en problemas.

Hoy el país está en recesión; la creación de empleo, las exportaciones y el ingreso de capital extranjero, todas necesidades urgentes para su desarrollo económico, se han estancado. Rousseff ha demostrado una costosa falta de previsión y planeación. La desaceleración de la economía china ha afectado a Brasil, el cual no estaba preparado para tal evento. Otros socios del país, como Venezuela y Argentina, se encuentran en aguda crisis económica, algo que también ha impactado la economía brasilera.

Lo ocurrido en la preparación y durante el Mundial de Futbol destapó hasta qué punto el país ha caído en un vórtice de corrupción, malos manejos, falta de planeación y desgobierno y hasta qué punto los brasileros están hastiados con lo que ocurre.

Los dineros que debieron emplearse en mejorar los servicios públicos, la educación, la infraestructura, la salud y otras necesidades prioritarias de la población, se despilfarraron en estadios y otros rubros futbolísticos, que hoy son un monumento a lo innecesario. Esto, en un país con los niveles de pobreza de Brasil, es una flagrante y dolorosa estupidez, además de un abuso, y el pueblo así lo ha visto y así lo entiende.

Pero, lo peor es la corrupción permitida por los gobiernos consecutivos de Luiz Inácio Lula da Silva y Rousseff, miembros del Partido de los Trabajadores; corrupción que ha permeado todo, aun compañías como la otrora impecable Petrobras. Según Transparencia Internacional, Brasil ha caído al puesto 72 en la lucha contra este flagelo. Tampoco, la nación sale bien librada en el Índice de Libertad Económica, donde vergonzosamente ocupa el puesto número 100, entre dos atrasados y pobres países africanos: Gabón y Benín.

A los brasileros también les queda claro que las alianzas, o enamoramientos, de Lula y Rousseff con naciones carentes de democracias fuertes y comprometidas, como Cuba, Irán y Rusia, poco o nada positivo han traído al país.

El pueblo pensante, aquel que no está atado por ideas del antiguo comunismo, el chavismo, ni aquellas dictadas desde el Foro de Rio, heredero de la Internacional Comunista, esta fastidiado de ver a su país caer, cuando hace apenas unos años se lo veía ascender hacia un liderazgo mundial. Malas políticas económicas, malos amigos, malos manejos, han plagado los últimos gobiernos brasileros.

Con seguridad un cambio ayudará al Brasil y abrirá los ojos de las gentes de otros países como Venezuela y Argentina, que  han visto sus economías derrumbarse a un ritmo mucho mayor y con resultados muchísimo peores.

Lo que pase en Brasil el domingo 26 afectará a toda Latinoamérica. La pregunta es: ¿podrá el pueblo brasilero sacudirse de los programas del Socialismo del Siglo XXI, ya probados como nefastos? Ojala lo haga, por su bien y el de toda la región.