María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 29 de Octubre de 2014

Equivocaciones costosas

La  política internacional de Juan Manuel Santos hacia Panamá y Venezuela está plagada de equivocaciones, casi aberrantes, que bien caro pueden costar a Colombia.

Panamá, un país amigo, un país hermano, que formó parte de nuestro territorio, donde los colombianos somos recibidos como en nuestra propia casa, donde entramos sin visas, ni requisas, ni malo tratos, ni malas caras, (algo que pocos países nos ofrecen, por aquello del narcotráfico); un país donde la banca colombiana ha florecido, e igual gozan de gran prosperidad toda clase de negocios de colombianos honestos, fue recientemente abofeteado por Santos al ser declarado Paraíso Fiscal.

Claro, como es común con el gobierno de Santos, a los pocos días tuvo que recular cuando comprendió cuán grave sería la aplicación de la “Ley de Retorsión” del Gobierno de Panamá contra Colombia.

Pero, el mal ya estaba hecho y en Panamá ha quedado un profundo malestar; el pueblo panameño y su dirigencia se sienten lastimados, algo bien difícil de remendar. La confianza entre las dos naciones, lamentablemente, quedó maltrecha.

¿Acaso nuestra Canciller y otros involucrados en el infortunado incidente habrían podido estudiar más a fondo las consecuencias de tal declaración?

¡Ah!, dice el Gobierno colombiano, lo que pasó fue que los panameños dejaron pasar la fecha en que debían responder a Colombia ciertos requerimientos de información tributaria y lavado de dineros.

¡No entiendo! ¿No es que el gobierno de Santos es el macho para dialogar? Así que con una nación amiga y de gobierno ampliamente democrático les falló el diálogo. ¿Qué les pasó, no alcanzaron a valorar lo que una pelea con Panamá nos podía costar?

Pero, con Venezuela la cosa es bien distinta. A la Venezuela de Chávez, hoy de Nicolás Maduro, todo se le permite y perdona. Nada se dice porque allá vayan a esconderse tranquilamente los narco-terroristas de las Farc; o porque a los colombianos se les nieguen visas, se los maltrate y deporte, se los ofenda en las aduanas y se les impida el envío de remesas a sus familias. A esa nación que solo con “ruegos” ha pagado parte de sus deudas comerciales con Colombia, el Gobierno de Santos y su Canciller la tratan como a “la joya de la corona”. 

¡Ah! dice el Gobierno, es que Maduro es nuestro garante en el proceso de paz en La Habana. Qué importa que atropelle los derechos humanos de sus opositores y haya acabado con la libertad de prensa, qué importa que esté destruyendo la economía de su país y que acuse a Colombia de cuanto crimen verdadero o imaginario sucede en su territorio. Sin la ayuda de Maduro no se firmará la paz; y por lo tanto hay que mantenerlo almibarado.

¡Qué vaina! Pero así son las cosas. Santos maltrata a nuestros amigos panameños, pero a Maduro, que nos maltrata, no se atreve a chistarle.

Santos debería declarar a Venezuela “paraíso de las narco-guerrillas”. Pero no se atreve.

Además, es una vergüenza, tanto que cacareamos ser una democracia, mas somos incapaces de defender la democracia venezolana que agoniza.

Óiganlo bien, harto nos han de costar, en el futuro, tantas equivocaciones ante Panamá y Venezuela.